SI LE PIDES A JÚPITER QUE NO SE CRISTALICEN LOS SEGUNDOS
En eso inacabado, los días, proponerse un librito de cantos.
También la corriente arrastra, lleva pausas con suspiros de
fragmentos a los afanes derrengados. Pero tan fugaces son las
dichas que parecen renacuajos en un click, ya mañana han
crecido como sapos que croan toda la amargura del hombre
con nicotina.
Habrán pasado otros soles, otros desganos me encontrarán
con la boca a medio beso. Sin embargo el hoy se lleva todo:
ahora se acaba lo que es, en este instante, en cada nosotros.
LOS PEDAZOS
Un tenis melancólico yacía y supuraba viscosidades nauseabundas
en mis señoras de los placeres anestesiados con su chorro negro de lenguas
de lagarto que buscan imperiosamente lamer válvulas hasta volverlas osos que se
desorientan de tu mano con el vapor rosa del efluvio.
Yo te seguía, a tontas, cuando desenroscabas la serpiente
entre las carpetas de mis últimas producciones,
y encontraba un trozo de tu cuerpo para sonreírle a cada instante.
La mínima luz de una mesita me hacía estremecer hasta caer borracho.
Fumaba en las esquinas o veía al viento pasear cogoteando.
Los ojos de una vecina eran rojos y helados.
Tras la araña que formaban los olores con los miles de hilos
de sus fragancias insondables, nuevas al respirar a todo lo largo del verano,
más frescas que el árbol de donde cuelgan los delfines que no se operan,
tus pedazos vagaron solitarios por mis heridas que se abrían como hebillas.
Y a una señal, en el misterioso carrusel de las modificaciones, se hizo una espiral.
(Fuente: Meta poesía)
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