Tierra que sé
Tierra que sé. Tierra que voy sabiendo lentamente,
aprendiéndola así, demoroso y callado,
o cavando y cavando la noche de la greda
para alumbrarle el hueso continental y amargo,
Último amor, la luna del Oeste
sube en mi corazón como una brasa
íntima, pensativa.
Sobre esa luz que me defiende el pecho
miro al jinete elemental, al padre
carpidor. regador, el guitarrero de la tarde costeña,
la tibia rama viva sobre los salitrales,
la gente que elegí para quererla,
la tierra, el horizonte que me sangra al cantar.
Para qué tanto cielo. Para qué, para quién
ese esplendor perpetuo y solitario
en que el águila cierne su alto capullo inmóvil
y el ángel de la tarde se arrodilla en la brisa?
-Yo no soy quien responde. Otro
lo sabe: un hombre silencioso
-tabaquera de cholque, soledad y alpargatas-,
al que de pronto el vino o el aire del galope crecen austral, voraceador
/del día,
linaje de reseros y pastores,
la provincia barrosa que tejen las acequias,
(Don Ifraín tras de sus mulas, hondo
de tarde por los surcos: claro patriarca de la primavera),
el puestero remoto que gavilla en el viento las briznas de la llanura
/o el olvido!
Así aprendemos tu dolor, tu dura
belleza, tierra, el migajón salado
que bajo la corteza de pedroso silencio guardas para la boca que
/te canta.
y un aroma, un aroma.
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