jueves, 18 de junio de 2020

Edgar Morisoli (Santa Fe, 1930 - La Pampa, 2020)





PATRIA DE DOCE REJAS

 

“Este país que viene rengueando por la historia,
marchando de costado con sus sueños a cuestas…”
Pedro Sur, 1973
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para Tita Alcaraz, que las fue contando
camino de su amor.
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Patria desconsolada,
solar labrado en lágrima y ceniza
donde una luz llagada, una caliza
y cruda lumbrazón barre el violento
cielo de tu destino.
…Un polvo lento, amargo,
cubre la tierra de los argentinos
y cruje entre los dientes, esmerila
la voz, el llanto largo
del viento en las planizas donde afila
la soledad sus huesos transparentes.
Patria descoyuntada,
porque quebradas fueron tus dulces coyunturas
una tras otra en potro de tormento:
la insumisa cerviz de tu hermosura,
los hombros que llevaron la más alta bandera,
rodillas firmes que jamás rendiste
sino en el sentimiento
o la ternura,
y codos y nudillos fueron descalabrados,
hendidos, astillados en la fiera
coyunda y quebrantados,
por doblegarte el alma y verla triste!
Cárcel. Destierro. Huida.
Cinco mil hombres y mujeres purgan
la culpa de pensar tras de las rejas,
la culpa de luchar por una vida
clara, mayor:
la vieja,
la ensangrentada tierra americana,
limpia humillación, limpia de llanto,
con el sueño en las manos de los pueblos y el canto
íntimo y compartido. De guitarra paisana.
(Yo podría explicar: “Son los rehenes
del sistema”; y con eso
¿qué explicaría? Nada; o casi nada,
porque la luz, el hueso
principal de la luz, esa sustancia
terrible, trigo o luna que en la sangre sostienen
su firmeza y mi canto, ya son una
sola: y está tejida de arrullo en la distancia,
por la razón y sinrazón del beso…)
Doce rejas, aquí, son el arado.
Uno los nombra y sabe
la bruñidura de su manso acero,
la estela parda al sol, el verdadero
rostro de la provincia: esa reciura
que enternecen gaviotas y avutardas,
largo ramal de surcos donde cabe
un sueño de cosechas.
Doce rejas, allá,
fueron la dimensión del desamparo,
el perfil del oprobio, la deshecha
frente de la república… Doce rejas: allá.
¡Patria de doce rejas,
de doce portalones sucesivos y oscuros,
tras los que la esperanza cautiva reverbera!
Allí están firmes, puros
de tanta adversidad y suerte incierta,
los-que-el-amor-espera:
¡Compañeros,
amigos que cantaron bajo un peral añoso
en altas madrugadas de verano,
y que el amor, que nunca aguarda en vano
saludará dichoso
en un alba sin pueblo prisionero!
 
Diciembre de 1975
 
 
 
 
(Meta poesía)

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