Oda al divorcio
La comida, de pronto, no tiene gusto a nada. Sé que ahora estoy sola. Sé qué gusto tiene eso. Así que desarmame en partes microscópicas para dejarme ir en dosis reducidas. Pero guardate algunas para usar de repuesto, a lo mejor alguna al final sirve de algo, y a lo mejor podés hacerte unos pesitos. Ahora estoy metida adentro de tu boca, detrás de las amígdalas. Te miro encaramada sobre una muela, oculta, mientras hablás con la otra. Acabás de comer algo con gusto a menta, y ponés esa cara que a mí tanto me gusta: estás a punto de lanzarte a la matanza, al beso matador, al beso por el beso. Necesito tu plata. Eso me ayudaría. Necesito tu auto y necesito tu amor, así que por qué no me das una manito: ¿no me das una mano?
Traducción de Ezequiel Zaidenwerg Dib
No hay comentarios:
Publicar un comentario