SONETO DE LA INICIACIÓN
natural con que un cuerpo al fin despierta.
En gritos, duelos, lágrimas, dolor
tú eres cristal, yo rayo que penetra.
En un claro silencio va el amor,
tu soledad emerge descubierta,
y sin mis manos ya, cojo la flor
que parece una concha medio abierta.
Llorando de alegría yo me hundo
en el río nupcial de tus dos piernas
como si hubiera descubierto el mundo.
Sin pecado y sin muerte, que existamos
y nuestras vidas sean siempre eternas.
Siendo mortales, a esto es que aspiramos.
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