Plegaria
No te puedo nombrar. No tienes nombre. Eres lo que se siente.
Nunca lo que se explica. ¡Oh mi absoluto Amado, a quien descubro
reflexión.
No eres lo que se piensa. Eres lo que se ama. No eres conocimiento
sino sólo estupor. No eres el perfil sino el asombro. No eres la piedra
sino lo inaudito. No eres la razón sino el amor.
De la mano del Ángel yo he ascendido a tu hallazgo que nunca es un
concreto tesoro sino continuamente un descubrimiento inenarrable.
El Ángel, a mi lado, sintió también intensa, más intensa que nunca,
más intensa que con algo o con alguien, esa visión de inmensidad.
Como con nadie, no porque cada caso es singular, sino porque aquel
acto fue más hondo que todos los suyos, como si recibiéramos de pronto
un advenimiento de infinito.
es inútil pensar en encarnarte. Eres lo que nunca se puede encarnar ni
nombrar porque sólo nos juntas las manos y nos haces doblar las rodillas.
Déjame sentirte, ¡oh infinitud, oh zona inmensa, dimensión sobrehumana,
oh mi Dios, siempre con la piel deslumbrada tanto que el cuerpo se me
vuelva luz! Déjame estupefacta, arrebatada, y déjame que vibre para
siempre con la palpitación mía e íntima.
Quisiera ser aquella que permanece, atónita, ante ti. La que no sabe de tu
nombre, la que no sabe de tu forma, una ignorante estremecida. que así
sea.
Poemas de una psicótica (1964)
(Fuente: Lilian Silva G.)
No hay comentarios:
Publicar un comentario