David Attenborough es mi primer ministro
Cuando viaje al exterior voy a imitar su voz,
suave como un comentarista de billar leyendo
un cuento para dormir, y la gente va a mirarme
con respeto y envidia de que tengamos
a alguien como él, harta de ver a sus políticos
plantar promesas como si fueran árboles,
desierta la llanura igual que sus palabras.
Porque David no se come ninguna: cuando
se burlan los legisladores jóvenes, se pone firme
en el estrado y apunta bien el tiro: “La ciencia
no miente, se nos acaba el tiempo, depende de nosotros
hacer lo que nos toca”. Ni ficciones ni clichés políticos:
solamente mirar a los demás a los ojos
mientras la bola verde se clava en la buchaca.
Traducción de Ezequiel Zaidenwerg
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