domingo, 25 de junio de 2023

Carlos Drummond de Andrade (Itabira, Brasil, 1902 - Río de Janeiro, 1987)

 

Elegía 1938

 

Trabajás sin alegría para un mundo caduco,

donde las formas y las acciones no encierran ningún ejemplo.

Practicás laboriosamente los gestos universales,

sentís calor y frío, falta de dinero, hambre y deseo sexual.

Hérioes llenan los parques de la ciudad en la que te arrastrás,

y preconizan la virtud, la renuncia, la sangre fŕía, la concepción.

A la noche, si hay neblina, abren paraguas de bronce

o se retiran a los volúmenes de siniestras bibliotecas.

Amás la noche por el poder de aniquilación que encierra

y sabés que, durmiendo, los problemas te dispensan de morir.

Pero el terrible despertar demuestra la existencia de La Gran Máquina

y te vuelve a poner, chiquito, ante palmeras indesicifrables.

Caminás entre muertos y conversás con ellos

sobre cosas del tiempo futuro y negocios del espíritu.

La literatura arruinó tus mejores horas de amor.

Hablando por teléfono perdiste mucho, muchísimo tiempo de sembrar.

Corazón orgulloso, tenés prisa por confesar tu derrota

y aplazar para otro siglo la felicidad colectiva.

Aceptás la lluvia, la guerra, el desempleo y la distribución injusta

porque no podés, vos solo, dinamitar la isla de Manhattan.



Traducción de Ezequiel Zaidenwerg

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