Tres poemas de Morir en vano
Fotografía original de Jaime Fouillioux M.
Lo descubrió en París, al despertar
bajo un cielo alto y luminoso,
en el Jardín de los Campos Elíseos.
Lo descubrió en Madrid,
escuchando recitar a Jaime Siles,
sentado al borde de la calle, en la Gran Vía.
Lo descubrió en Moscú, sin idioma,
mirando largamente las aguas del río Moscova
o en San Petersburgo, en esa noche breve
frente al Palacio de Invierno de los zares.
Lo presintió leyendo en Rumanía.
Lo entendió bajo la nieve en Estambul.
Lo sintió con toda claridad
en el cementerio central de Viena.
Lo reconoció amargamente,
en forma y fondo,
impregnado en cada ruina de Atenas.
Lo comprendió bajo la lluvia aplastante de Sucre.
Lo oyó en el aire, en la altura del Cusco.
Lo vio nítidamente en Zamora, Michoacán.
Lo supo, lo supo de pronto en Barcelona,
a los pies del Montjuïc.
Ahora sabe qué hacer con sus poemas.
Al poeta Toni Clapés
No alcancé a pensar en ti
ni en nuestros hijos, te confieso.
Solo sentí miedo.
Todo el trayecto tuve miedo
como animal que presiente.
Recuerdo milicos jóvenes y lluvia,
golpes y cinco disparos anteriores.
Gritos, súplicas, silencio.
Cada uno entró en la muerte a su manera.
Encuentran un papel
en su bolsillo
que no dice nada.
Las letras no se entienden,
el sentido.
Le preguntan quién es,
pero no habla.
Le preguntan qué hizo.
Parece que está muerta.
Así toda ensangrentada
de silencio.
Publicado por Typotaller Ediciones, Guadalajara, 2022
(Fuente: Descontexto)
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