viernes, 16 de junio de 2023

Gabriel Artuuro Castro Morales (Bogotá, Colombia, 1962)

 


Geometría
 

La vida es antigua y redonda, agua inclinada que se rehace y transpone el idioma, el jeroglífico, el cerrojo, el ojo de la pestaña recta, el pulso deforme y la farsa de la carroña vertical, el frío obstinado que sepulta soles. La geometría es un trabajo de cincel y de eterno arpón. Debajo del agua hay un triángulo, un trébol, la cruz de las palabras agudas, la levedad de las líneas, el límite gris de las piedras. El cuadrante del reloj guiña el ojo, calculamos las cumbres donde conversamos como formas blancas y por algún agujero salimos a recorrer el mundo, el centro de la palabra que palpita, círculo del eco, secreta estación.
Espejo sonoro
Detrás del cielo una luz dormida se acerca sin llegar al fondo de un espejo, sonoro a veces, tan recóndito y cóncavo, carente de indicio y guía. ¿Se perderá la antigua resonancia de tus ojos, los ojos primeros del agua, el último esplendor de tu frente? Ahora tus ojos duermen vacíos, amarillos y tu cabeza es torpe. El espejo ya no devuelve tus justas palabras, pero sí muestra tu edad, la ancianidad del mundo.
Quizás mañana tengamos lo necesario para reencender los ojos apagados.
En una sola sombra seguimos la voz del río, su barro de nacimiento, un terrón de tierra roja, fértil y muda, misterio de cieno, hostia cercada de fango.
Estamos puestos aquí para sostener las ánforas rotas, las viejas paredes arrugadas y oscuras, descubiertas por el tiempo. Con nuestra propia arcilla construiremos otras ruedas.
 
 

El lenguaje del ángel 
 

No temas al azar, a la adivinación segura, al lenguaje del ángel y su víctima propicia. Basta un signo para volver al revés la pantera, el signo menor, la voz perdida de un viejo cincel y el primitivo péndulo. Las cartas yacen entreabiertas, los números ruedan, crecen por dentro, tiemblan si se interrogan. El rostro que pregunta gira hacia el costado opuesto, traduce la ceniza de incienso bajo las mangas, las sombras de emblemas y voces, el mapa y el álgebra, el corazón duro, el porvenir del ojo salvaje, la cara de un rey herido por un cangrejo o la escalera de una mujer solitaria.
 
 
 

Hierba sorda
 

El cuerpo descubre el polen aún no regado. La pupila capta la semilla, la hierba sorda, la rosa dormida, la hierba descartada y el pulso violeta de la tarde. Es la ruta de las semillas largas, del fruto presentido dentro de un huerto suave y breve, de tibieza vegetal, un jardín nómada que se adelanta al reloj, más allá de las magnolias, de las naranjas, de la ventura y sus preguntas disueltas, del oxidado cobre del manzano y su vieja fruta entre las manos, la uva de las tormentas y la mora silvestre de los jóvenes.
Crece el árbol hacia mis pies, pero no ha sido fácil levantar la voz del árbol inverso y su agua mineral. La flor palidece y huye, flor ambigua y bosque quebrado. Tiemblan las hojas, el sol de las amapolas sale, la palabra llega a la espiga. El polen jamás retrocederá frente al tiempo.

 

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