Noche natal
Caracas quedaba más lejos
que cuanto yo soñé desde la nada,
por eso al llegar era noche
y las calles estaban desiertas,
sin nadie;
era tan tarde que las piedras
flotando disueltas no me vieron
nacer al pie de la montaña.
Las casas más altas parecían,
para mi sed de espacio,
mucho más grandes que mi madre.
A paso lento iba la luna
con una vela entre las manos.
Los árboles hablaban a solas
de la guerra de España.
Yo tenía frío,
estaba cansado del viaje...
Y apenas llegado me dormí
tan hondamente
que aún no sé si despierto de esa noche,
porque a lo lejos
sigo oyendo sus gallos.
Navegaciones
De regreso en la noche,
cuando los árboles en vela
apagan una a una las lámparas
y declinantes postigos se oscurecen,
son más claros los hombres y sus pasos,
más vivo su reflejo.
Cada hombre es un astro, un cosmos habitado
fijo en la rueda de la niebla.
Cada uno en la noche retorna
de altas navegaciones
con un perro o un diario.
Su mayor lejanía es de palabras,
lo que a solas se dice, lo que queda
flotando entre sus ecos.
Algunos en sus órbitas se juntan
y brillan un instante
con un fulgor más denso.
Algunos son visibles todavía
al final de la calle,
pero después desaparecen.
(Fuente: La parada poética)
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