martes, 30 de junio de 2020

Gerard Fieret (Holanda, 1924 - 2010)



Lobos


Lobos por todas partes,
ladrones de mis letras
casa vacía cama vacía
viento vacío, la puerta cuelga
descuadrada en su bisagra.

la encuentro estrella
más pequeña que el comienzo
en mi mano

pero la casa debilitada

el umbral se mueve, el suelo
se ha levantado
el agua es como el agua materna

no hay abajo ni arriba
soy estupa en el tiempo.


————————————


paisaje


veo el paisaje dentro de mí
cómo cambia

de abajo para arriba
giro
para verlo, el paisaje
la gente

ellas hablan a sus sombras
que saludan
por caminos agitados
y pueblos sin rumor


————————————


en la jaula de la mañana
estoy como doble loro
en la jaula de mañana
veo todo doblemente azul

vuelo por la ventana abierta
doble azul como doble loro


————————————


entonces puedes oír
que eres ágil
para escapar
pero te llevas la ventana
y se queda el paisaje dentro
lo pones con cuidado
frente a mí
entro por una escalera
un hermoso tigre de
colores me mira hambriento
dice mi nombre y
quiere entrar en mí







               En  Los hombrecillos hasselblad

Antología poética + textos encontrados
Selección y traducción a cargo de Nanne Timmer

Kriller71ediciones



(Fuente: Papeles de Pablo Müller)

Williams Carlos Williams (EEUU, 1883 - 1963)



Canción de amor





¿Qué tengo para decirte
cuando nos encontremos?
Sin embargo —
acá estoy acostado pensando en ti.

La mancha del amor
se extiende sobre el mundo.
Amarilla, amarilla, amarilla,
se va comiendo las hojas
mancha con azafrán
los cuernos de las ramas que se inclinan
pesadamente
contra un delicado cielo púrpura.

Aquí no hay luz —
sólo una espesa mancha de miel
que gotea de hoja en hoja
y de rama en rama
arruinando los colores
del mundo entero.

Estoy solo,
el peso del amor
me mantuvo a flote
hasta que mi cabeza
se golpea contra el cielo.

¡Mírame!
Gotea néctar de mi pelo;
los tordos lo trasladan
en sus alas negras.
Mírame, al fin
mis brazos y mis manos
están sin nada que hacer.

¿Cómo podría saber
si voy a volver a amarte alguna vez
como lo sigo haciendo ahora?





en Poetry: A Magazine of Verse, 1912–22


 

Traducción de Juan Carlos Villavicencio







Love song

What have I to say to you / When we shall meet? / Yet— / I lie here thinking of you. // The stain of love / Is upon the world. / Yellow, yellow, yellow, / It eats into the leaves, / Smears with saffron / The horned branches that lean / Heavily / Against a smooth purple sky. // There is no light— / Only a honey-thick stain / That drips from leaf to leaf / And limb to limb, / Spoiling the colors / Of the whole world. // I am alone. / The weight of love / Has buoyed me up / Till my head / Knocks against the sky. // See me! / My hair is dripping with nectar— / Starlings carry it / On their black wings. / See, at last / My arms and my hands / Are lying idle. // How can I tell / If I shall ever love you again / As I do now?



(Fuente: Descontexto)







Mario Jorge De Lellis (Buenos Aires, 1922 - 1966)




Canto a los hombres del pan duro

 

Nacen, se reproducen, después mueren.
De cobre son y el cobre los golpea.
Llevan de cobre el corazón y la camisa.
Llevan de cobre las mujeres recias.
Llevan de cobre el ojo y los abuelos.
De cobre son y suenan.
Nacen, se reproducen, después, mueren.
Y es de cobre el vapor del caldo escaso,
de cobre el duro tálamo, la higuera,
el defendible hinojo,
la charla sobre el pan, el hasta cuándo,
las mesas de hule roto, la impaciencia
por ver caras alegres, frutillas, casas propias,
amigos bajo el sol, bajo la siesta.
Nacen, se reproducen, después, mueren.
Fueron cadetes de la industria,
albañiles de andamios,
fabricantes de cosas inútiles modernas,
paladines del aire y del martillo,
fregadores de pisos, humo de chimeneas.
Nacen, se reproducen, después mueren.
¿Quién obtuvo sus sangres?
¿Quién destinó sus vértebras?
¿Quién los puso de gallos en la aurora
caminando y gritando, pateando y acatando,
hirviéndoles la sangre compañera?
Yo los he visto hastiados hasta decir no quiero,
los he visto matando en frigoríficos,
matando en primaveras
en que todo nacía sin motivo aparente
como nacen las flores;
lo he visto con bolsas,
moverse, trabajando, cuando era
la hora de comer,
la hora egregia del amor y del descanso;
los he visto trepados a las torres,
trepados a las viejas torres,
dándoles cal, charlando con los ángeles,
mirando un punto de la tierra,
un solo punto vivo
al cual pertenecían
y por el cual hilaban sus días, sus esencias.
Los he visto volviendo a sus hogares
con la honradez al hombro, mirándose las piernas,
detallándose niños y costumbres,
algunas cosas que suceden,
pisándose las huellas,
hollándose los marzos, los octubres,
los panes sin almuerzo, las amargas cosechas
del frío, las amargas recolecciones para otros
y las amargas siembras
del cobre que resuena en el alma
como un gran acordeón tocando a fiesta.
Yo sé que nacen, sí.
Yo sé: se reproducen. Yo sé: se mueren.
Sé que suenan a cobre, sé que suenan
a rasgadoras fiebres, a pan hermoso y triste.
Tienen hijos de cobre, muy sonoros;
tienen mujeres recias,
cigarrillos baratos en los dedos,
hondas causas vitales manchando sus ojeras.
Están aquí y allá.
Suenan, resuenan.
Son de una gama gris.
Andan y trepan.
Naturalmente cobres, naturalmente solos,
tienen el sol cerrado sobre la mano abierta.
Y un día caen trizados por el tiempo,
con unos ojos amplios hacia el norte
y un pan duro indicando sus presencias.
Son esos hombres duros como el cobre.
Suenan, resuenan.
(Fuente: Hugo Toscadaray)

Mirta Rosenberg (Rosario, 1951 - Buenos Aires, 2019)



Toda pasión concluida 

 

Caprichos de la luz
por el resquicio superior
de los postigos
y el calor,
el frío como cal y el sol,
que no es estar
y es
entre otros brazos
que den lo mismo.
Está
la luz que llena el jarro,
el rojo interior que se ha colmado
de vacío. ¿Es eso?
Es
el estilo, más bien,
de hueco que acata la continencia,
la sentencia que da un adentro donde
- si se quiere -
por un momento el mundo entra
y cree en maneras
de hacerse inconmovible.
Así
que tiembla. Con la luz que
cambia. Y con las hojas
que se enrejan en el viento.
¿Fuera de él
no habrá nada? ¿Ni abrazo
que lo sujete?
Dura
lo que se muere.
Quedan familiares
cajones con la ropa que se ha vuelto
ajena, satenes personales y tizones
de dolores
que ya no duelen.
En rincones
de la carne, desusada,
la saciedad del poder
detenerse.
Es la pasión o el paso
entre dos vacíos, la atrocidad
que deja intacto el corazón
tras el carozo
de un personaje inventado
para el mundo.
Y nadie ama
lo que no conoce: este sitio
ha dejado de ser
iluminado
porque ahora
los lugares sombríos son el centro.
Toda
pasión concluida
es emoción
aclarada. Correr
la silla al sol para rehacer
el ayer
y ver cómo maduran,
bellamente,
los duraznos este año.
 De Así que tiembla
(Fuente: El poeta ocasional) 

BLAISE CENDRARS





"Yo no soy un poeta. Soy un libertino. No tengo ningún método de trabajo. Tengo un sexo, pero estoy demasiado sensible para hablar de mí mismo. Todo ser vivo es una fisiología. Y si escribo puede ser por necesidad, por salud, como el mago, como el que respira, como el que canta. También puede ser por instinto, por espiritualidad. Pangue Lingua. ¡Los animales tienen tantas manías! ¡También puede ser para mí mismo, para excitarme a vivir mejor, y siempre más! La literatura forma parte de la vida. No es algo ajeno. No escribo por oficio porque vivir no es un oficio; entonces no hay artistas. Los organismos vivos no trabajan. A mí no me gusta el sudor de mi frente a pesar de los saludables dictámenes de un libro por más famoso que sea. No hay especializaciones. No soy un literato. Denuncio a los literatos y a los arribistas. No hay escuelas"

Mikhail Dudin (Rusia, 1916-1993)



Verano de Vologda

 

Norte amado,
en la noche blanca
dime qué ficción escondes;
en nombre de la vida, Norte, llena
de sonidos tu silencio.

Gime con la garza del pantano,
con el sonoro silbido de la hoz resuena;
te beberé gota a gota
con el rocío del ruiseñor.

Contigo repartiré la pesca,
esperaré tu silencio amanecer,
y con tu voz cantarína
hablaré de ti, Norte.

Tu manera de ser me es entrañable.

Leve susurro en los juncos.
Me embarga un sentimiento dulce, dulce,
y está tranquila mi alma.

¡Norte, Norte!
En la madrugada,
el viento arremolina la niebla.

Hoy he hallado el camino
hacia el venero de tus profundidades.

Norte amado,
en la noche blanca
deja que me sacie
de tu tranquila belleza,
la más valiente,
la más pura.
 
 
 


incluido en Antología de la poesía soviética (Ediciones Júcar, Madrid, 1974, trad. de A. C.). 
 
 
 
(Fuente: Asamblea de palabras)

Hilda Doolittle (Bethlehem, Pennsylvania, Estados Unidos, 1886–Zúrich, Suiza, 1961)



Pájaros en la nieve


Vean
cómo delinean
sobre el propio mármol
de este lugar
brillantes sietes y marcados cuatros,
onces y esmerados ochos,
abracadabra
de un místico saber
o símbolo
esbozado
en la puerta de un mago;

como tablas de un antiguo mandato
las banderas del jardín ahora anuncian
al grande y al muy grande;
las banderas del jardín aclaman
en labrado jeroglífico
que aquí yacen el rey y el reyezuelo,
que aquí reposan el príncipe y la dama,
que duermen aquí las reinas místicas
y los héroes caídos

en justa guerra santa;
hierática, esbelta y leal,
la tracería escrita aquí
proclama lo que en Egipto queda
por decir de su muerte.




Birds in Snow


See,
how they trace
across the very-marble
of this place,
bright sevens and printed fours,
elevens and careful eights,
abracadabra
of a mystic’s lore
or symbol
outlined
on a wizard’s gate;

like plaques of ancient writ
our garden flags now name
the great and very-great;
our garden flags acclaim
in carven hieroglyph,
here king and kinglet lie,
here prince and lady rest,
mystical queens sleep here
and heroes that are slain

in holy righteous war;
hieratic, slim and fair,
the tracery written here,
proclaims what’s left unsaid
in Egypt of her dead.


   Versión: Isaías Garde




(Fuente:  Biblioteca Ignoria) 

Felipe Aldana (Argentina, 1922 - 1970)




Loco de belleza

 

Para decir un solo poema
uno solo
hay que estar loco de belleza
vivir y respirar
el aire especial que desvanece los pinos
Cuando ya rindieron su gracia
los aromos 
Y las hormigas de la lluvia
transportan la noche
en paracaídas transparentes

ALI AHMAD SAID ESBER (Siria, 1930)




Veinticinco días

1
Con sus penas, con sus despojos
Ondula en Gaza
Y surgen imágenes como se representan
En sus mitos.
Surge Beirut -amasada en chispas
Ondula, se eleva
Y mancha la tierra de la alegría.
2
Pregunta por sus hijos. ¿Dónde? ¿Qué?
La ceniza es la respuesta.
Coge un puñado de tierra del lugar,
Se inclina, lo besa
Y llora sobre él.
Entre esta tierra y sus pestañas
Hay una época de amor y promesas.
3
Quitadle esa basura
Alejad la cubierta de su estructura:
Ella ha entregado su rostro al cielo.
4
¿Retornamos a nuestra tierra la destrucción
y el guía-libro?
5
Pintan en crepúsculo
Como un túnel dentro de otro:
La luz está asustada,
La luz tiene los ojos perplejos.
6
¿Cómo? (No hay diferencia entre ascender y descender)
¿Cómo caminar juntos y para qué ser amigos?
El camino no es camino
Y tú no eres tú.
7
El sol está perplejo, sentado en cuclillas:
¿Qué dirá la primavera
a sus hijos en el invierno?
8
Escriben el hierro y yo escribo un himno
Para los niños. Mayy,
No enciendas la luz en la casa
Esta noche.
El hierro nos busca,
Tiene celos de nosotros,
Explosiona su volcán y cubre el firmamento.
9
No hay lecho, tómame como quieras
En esta esfera desconcertada.
¿Dónde ir, entonces? No hay camino pero…
aquí está el bombardeo. Un infierno
loco, errante.
10
Por el cielo, por lo que he escrito al cielo:
Los mitos se desangran
Y el Señor golpea a Su rebaño
Con Sus espuelas
-barcos corriendo a lomos de este aire.
11
Horizonte cerrado, angosto,
Horizonte para el éxodo,
No quiero más amigo que la palmera
¡Bendita palmera!
12
El agua llora
Y el aire se compadece y enjuga sus pestañas.
13
Un cuerpo fundido en llamas. Una llama
Que caza al señor de la eternidad
En la ceniza del cuerpo.
14
¿Queréis que lea la paz
entre estos cadáveres humanos,
en el horror de esta ruina?
15
No pienso más que en la paz, pero
No veo más que guerra.
16
No rezaré a la guerra,
No santificaré a los muertos,
No bendeciré a los soldados que bailan ufanos
Sobre los despojos de un pueblo.
17
No quiero que mi casa
Sea cuervo,
No quiero que sea amiga de los tanques,
No quiero que tienda las manos a los genios,
No quiero que abra sus puertas a la guerra,
No quiero que sea bandera para el faraón o Jehová.
Destruidla
Y escribid en sus escombros:
"Por aquí pasó un soldado de Dios".
Sólo quiero que mi casa sea
Luz y amor. ¡Pobre de ella!
18
¡Desplazado! No hay tiempo en la tierra
más que para convertir la tierra en amor.
19
Dijo: "Os lo suplico,
Cuando me muera tomadme, tomad
Mis libros y extendedlos
Bajo mi cabeza como almohada
Y enterradnos juntos".
20
Una tierra borrada por el viento.
¿Cómo escribir? ¿Qué?
¿Escribiré lo que me borra?
21
Después de esta dispersión
Confiaré mi cuerpo a su herida
Y resucitaré a los rebeldes
22
Le diré a mi tiempo
Que sea espacio -mis heridas sus lámparas.
Intentaré
Crear unos ojos dentro de mis ojos
Para ver.
23
Un país a punto de olvidar su nombre.
¿Por qué
me ha enseñado una rosa damascena
a dormir en el regazo de Damasco?
24
El asesino persevera en su víctima,
Arranca las raíces de la canción.
No intercedas, poeta,
A esta tierra sólo le excita la rebeldía.
25
Después de esta dispersión
¿Qué haré? ¿Regaré
una rosa que permanece viva?
Pero la ceniza de las bombas cubre sus hojas.
Quitaré la ceniza y mostraré
Su rostro y la maceta cuyos hombros se han roto.
Construiré desde el principio nuestra casa.
Estoy vivo y amo.
No hay paz sino en el amor.
No hay amor sino en la vida.
(Fuente: Hugo Toscadaray)

José Watanabe (Perú, 1945 - 2007)



La ballena (Metáfora del descasado)



Dicen que hay una ballena en el agua baja, varando.
Vamos a verla.
Vamos a ver si nuestro pequeño y desordenado ánimo
resiste la imposición de sus oscuras toneladas.
Vamos a ver cómo llora mostrando sus torpes aletas
que no pueden ofrecernos una flor
entre dos dedos.
Vamos a pedirle que, a cambio, nos cante un lamento
con su famosa voz de soprano.
Vamos a aprender que los animales de piel resbalosa
quedan, finalmente, solos.
Vamos a ver la agitada desesperación de su gran cola
que bate arena, que quiere ganar
aguas más hondas, navegables, donde se esté bien
consigo mismo.

¿Y si ya reflotó con la marea alta y no está?
Pues nos sentaremos en la playa a contemplar el mar.
La metáfora del mar desolado
puede reemplazar a la metáfora de la ballena.




(Fuente: El hombre aproximativo)

lunes, 29 de junio de 2020

Rosa María Roffiel (México, 1945)




Cántico

me gustan las mujeres esdrújulas
sin brújula
sin mítica
con tónica.
las que aman con las vísceras
las células
las glándulas
las rítmicas
intrépidas
impudicas
las pérfidas
ingrávidas
poéticas
las mágicas
las lésbicas
lunáticas
me gustas tú, andrómeda
erótica
magnífica
política
mujérica
(Fuente: La parada poética)

Donika Kelly (Los Angeles, California, EEUU)



Una cosa muerta que, muriendo, alimenta a lo vivo

He estado pensando en la anatomía
del huevo, en las dos membranas interiores,

la yema sostenida en su lugar por la chalaza, gases
moviéndose a través de la cáscara semipermeable.

Una frase curiosa, la anatomía del huevo,
como si un huevo fuera un cuerpo, que lo es,

como si el huevo pudiera romperse y luego remendarse,
que, dependiendo de tu fe, romperse sí,

¿pero remendarse? Pues. Mejor comenzar
de nuevo, con un cuerpo nuevo, vaciado

de uno más tibio, incubado y convertido.
Mejor comenzar como si algún animal

manipequeño no te hubiera golpeado contra una piedra,
chupado entera la yema rica y dejado

la clara para secarse en el sol, como si una mandíbula
abisagrada no te hubiera tragado entero.

Lo que quería: una práctica que me confirmara
que lo que se ha roto se puede remendar

o, por lo menos, suspender para que no se desparrame.
Pero ahora me pregunto: ¿mejor ser el huevo o la mandíbula

escamosa? ¿La mano pequeña o las moscas, negro botella
con verde, derramando su bilis en lo poco que ha sobrado,

barriendo el interior, tomando hasta dejarlo limpio?
Pienso: algo pudo haber crecido ahí, aunque

sé que siempre fue para ser comido,
siempre fue para echarse a perder.




     Trad. María Gabriela Villamizar




(Fuente. Jampster) 

Liliana Ancalao (Diadema Argentina, Comodoro Rivadavia, Chubut, 1961)



LAS MUJERES Y LA LLUVIA
cuando niñas vamos sueltas por el patio
y el sol nos persigue de a caballo
pero la luna implacable nos va dejando sus mareas
hasta que nos desvela
y esa noche encontramos
un cántaro
en lugar de la cintura
aprendices de machi las mujeres
nacemos así al rocío
listas para mirar los barcos que se pierden
descalzas a la neblina antes de que amanezca
nervaduras de lluvia nuestras manos
levantadas al cielo
te salpicará el amor
parirás sin amarras
y recibirás con ojos arrasados
la visita intermitente de la risa
permanecerá la llovizna en tu vientre
porque no te atreverás a ser la madre
de todos los desamparos
que andan por la calle
caudal desubicado te desarmará
en pájaros que no saben hablar
a borbotones no podrás decir
lo que quisieras
mejor dejarlo que se derrame despacio
decir
permiso tengo lluvia y alejarse
a una altura al mar al cielo
hasta que vuelvan a apretarse los musgos
en las profundidades
yo conozco mujeres que nunca se alejan
le abren la compuerta a sus gorriones
y lloran
enjuagan el trapo mojado lo estrujan
limpian con él la tabla y lloran
pican cebollas y más lloran
igual hacen las camas
barren la casa peinan a los chicos
igual lavan
dónde aprendieron
hay otras que se pasan la vida domesticando
a sus pájaros
porque no quieren que irrumpan sin aviso
y los beba el enemigo
guardan su sangre su ausencia quietos en el fondo
y apuntan con palabras nítidas de cuarzo
que van a dar al blanco
yo a las palabras las pienso
y las rescato del moho que me enturbia
cada vez puedo salvar menos
y las protejo
son la leña prendida de atahualpa
que quisiera entregar a esas mujeres
las derramadas las que atajan sus pájaros
a cambio de un abrazo
una vez en febrero yo estaba ahí
en el campo
y se llovía todo
parecía la furia de cai cai sobre nosotros
el agua estaba helada
las ancianas prosiguieron el ritual
y tuve que quedarme
hasta cuándo aguantaremos
pará la lluvia dios es demasiada
no la bebe la tierra se atraganta
y somos casi nada
trazos de tiza borrados por el agua
después de unos siglos el sol abrió las nubes
la voz gastada de meridiana epulef
levantó el taill del cauelo
pensé que dios podía ser ese arco iris
o los caballos en fila
moro zaino pangaré tostado bayo
saludando al horizonte despejado
huele tan bien la tierra después del aguacero

Michael Hartnett ( Limerick, Irlanda, 1941-1999 )



Muerte de una mujer irlandesa
 
 


Ignorante, en el sentido
de que comía comida monótona
y pensaba que el mundo era plano,
y pagana, en el sentido
de que sabía que las cosas que andaban
a la noche por ahí no eran ni perros ni gatos
sino púcas y hombres de cara oscura,
tenía, no obstante, un orgullo feroz.
Pero sentenciada finalmente
a comer menos porridge cada vez
en una cocina fría como la piedra
con sus manos endebles
agarró del cuello a un mundo
que no podía entender.
La amé desde el día en que murió.
Ella era un baile de verano en el cruce de caminos.
Era un juego de naipes en el que una nariz salía rota.
Era una canción que nadie cantaba.
Era una casa registrada por soldados.
Era un idioma no hablado casi nunca.
Era el bolso de una niña, lleno de cosas inútiles.
 
 
 
 
 
 

Aquel beso de actor

 

 
Besé a mi padre en su cama del hospital.
Las enfermeras arrastraban el paso soñoliento
y los viejos discutían el día entero consigo mismos.
Las siete décadas encerradas en su cabeza
se congelaron en un bloque que goteaba, atemporal,
el pintor perdió su noción de todo salvo el gris.
Aquel beso de actor cayó por un pozo demasiado profundo
para devolver ecos que yo habría valorado —
el ‘29 era el ‘41 el ‘84,
todo uno en su mirada caleidoscópica
(él deseaba para mí su amargura y su sed,
su fría habilidad para cerrar una puerta).
Más tarde, tomando un trago, me di cuenta de que aquel
fue nuestro último beso y, ay, el primero.
 
 
 
 
 


Trad.: Gerardo Gambolini
 
 
 
 
(Fuente: Gerardo Gambolini)

Adrienne Rich (EEUU, 1929 - 2012)



Poema Flotante

Pase lo que pase entre nosotras, tu cuerpo
va a atormentar el mío - tu modo tierno,
delicado de hacer el amor, como la apenas curvada fronda
del helecho en los bosques
recién bañados por el sol.
Tus experimentados, generosos muslos
entre los cuales mi cara entera avanzó y avanzó-
la inocencia y sabiduría del lugar que mi lengua encontró ahí-la viva, insaciable danza de tus pezones en mi boca,
tu caricia firme, protectora, encontrándome,
tu fuerte lengua y esbeltos dedos
llegando a donde te estuve esperando por años
en mi húmeda cueva rosada- pase lo que pase, esto es.
(Fuente: La parada poética) 

Ana Merino (España, 1971)



Pequeños lloros



Yo sé que va a llover cuando de noche sabe a lluvia el aire.

Lo sé porque me duele la espalda
y tengo en la boca canicas de colores de tardes de recreo.

Guardaba los secretos en cajas de cartón agujereadas
llenas de gusanos blancos y suaves
y lloraba cuando decidían volverse mariposas
y cubrirlo todo con huevos diminutos.
Lloraba y hacía llorar a la lluvia
Y desconsolada mojaba los pies en cada charco.

También tuve galápagos que enterré en cajas grandes de cerillas
y lloré mucho porque aquellos no se volvieron nada,
decidieron un día darse la vuelta y esperar a morir panza arriba.

Es triste siendo niña ver morir pequeños seres
que tantas horas pasan robándote los ojos.

Descubrir a la carpa ahogada en su locura
y cuidar estorninos caídos de su nido
y muertos desde el instante en que la madre los tira.

Enterrarlos a todos y cubrir su silencio con flores de jara
e imitar a los viejos en sus rezos susurrados
y creer que están vivos porque brilla la noche,
y los grillos son ellos que se han vuelto fantasmas.




En Preparativos para un viaje

                  Reino de Cordelia


            (Fuente: Papeles de Pablo Müller)

Edwin Arlington Robinson (Estados Unidos, 1869-1935)



El don de Dios 

 

Bendita como un gozo que ella sola
entre todos los vivos sentirá,
lleva un halo de humildad orgullosa
por aquello que quiso que esto fuera.
Porque fuera tan alto el rango de ella,
entre las predilectas del Señor,
que apenas puede sostener el peso
de su desconcertante galardón.

Tal como un ser aparte, inmune, solo,
predestinado a los seres radiantes,
cual ningún otro de los que ella ha visto
de las otras mujeres otros hijos.
Firme fruición de su materno anhelo
él brilla ungido; y tal deslumbramiento
le causa su visión que le parece
sacrilegio llamarle suyo de ella.

Teme un poco que nunca sea mucho
lo que hay de bueno, y apenas se atreve
a pensar de él como ser vulnerable
a dolores, miserias y cuidados;
ella lo ve más bien como en la meta,
brillando siempre; y su sueño predice
el natural resplandecer de un alma
en que nada ordinario habita nunca.

Quizá un registro a la ciudad, le hallara
lejos de las banderas y los vítores,
y le dejara solamente un nombre
seguido de sonrisas y de dudas;
quizá la lengua cruda y callejera
causara extraño estrago a su valer,
pero ella, en su inocencia inquebrantada,
leerá su nombre en torno de la tierra.

Y otros, que saben cómo este mancebo
brillara si el amor lo hiciera grande,
presos por la verdad y torturados,
sólo se retorcieran y dudaran;
mientras ella, arreglándole a sus días
lo que los siglos no podrán colmarle,
lo transfigura con su fe y su elogio
y lo pone a brillar donde ella quiere.

Con su agradecimiento lo corona
y otra voz dice que la vida es buena:
y si es el don de Dios menor acaso
en él que en su feliz maternidad,
su fama de él, si vaga, será grande,
mientras ascienda por el sueño de ella,
semivelado en arrojada lluvia
de rojas rosas en marmórea escala.
 
 
 


incluido en Antología de la poesía norteamericana (Fundación editorial El perro y la rana, Venezuela, 2007, selec. de Ernesto Cardenal, trad. de José Coronel Urtecho y Ernesto Cardenal).
 
 
 
(Fuente: Asamblea de palabras)

Carlos Morales del Coso (La Mancha, España, 1959)



 Lot 


(10 marzo 2003-29 junio 2020. Inédito. Este poema comenzó llamándose El viento del Desierto)
A Gocho Versolari




Uno nunca sabe de dónde sopla el viento
uno sabe nunca adónde viento va
uno sabe sólo que viento llega solo
y el pelo se levanta y canta entre los dedos
de la hoguera, y húndense en el pecho
las lanzas de sus ángeles, y cíñense en su vientre
las llamas de sus manos y vuelve su cabeza
y emergen de su boca los yugos del selensio
de todo cuanto amó y protege entre sus brazos
y el ánima se inclina y queda una mujer, 
un manto arrodillado,
y todo en orden queda y al cabo viento vase
y deja un hombre solo 
tumbado en el camino
y solo queda un hombre
su vieja empalizada
con una luz que yace, amor,
                                           mi alma de sal cubierta por la arena del desierto. 
 
 
 
 
 
 
 
 
(Fuente: Poesía de El Toro de Barro)