dos poemas
los recién nacidos de fukushima sueñan que el sistema solar también es un espejismo
divagar
al revés de lo histérico semejando en su cascarón de marfil la belleza
primera del átomo, del resplandor tras desgarrarse la finitud de su
manantial áureo y asir la tierra con maternal ilusión. a lo lejos una
observación estática desde el parabrisas y un alto en la ruta para comer
un sándwich y emocionarse con la bandera y los coironales, y desde allí
alucinar coloridas e intransitables autopistas. todos los días arde una
porción del amazonas, se seca un cordón lacustre en marruecos o se
derrite un glaciar en groenlandia; hay criaturas acorraladas por un daño
multifactorial y obsceno que no enmiendan los viejos hipocampos del
tiempo, pequeñas proezas humanas que se adhieren a la ficción de
apellidos, hogares y países que no perdurarán más que en ciertos
soportes análogos. por eso se recopilan con afán antropológico miles de
cintas de video con escenas distorsionadas y elípticas de bautizos,
primeras comuniones o paseos al campo con tonos blanquecinos y motivos
montañosos: todas son iguales, todas narran sin saberlo la novela
patria. hay unos escolares vertiendo el mercurio de un termómetro en sus
labios antes del primer beso y un cordón umbilical anónimo enterrado en
cada quinta junto a perros y gatos muertos. para sobrellevar tanta
mierda una dosis dominical de urbanidad y aleatoria lascivia, para
cautelar lo normal y perpetuar lo auto flagelante precisando un eco
convergente sin raíz ni esperanza. de amo a vasallo las instantáneas de
la pacificación de chile, su ecléctica flora y fauna y los paisajes del
sur –fiordos, estepas y lodazales- resplandeciendo borrosos rayos gamma y
restos cutáneos que otros acabarán llamando casa. los pirómanos vuelven
a deambular el suburbio para incendiar autos por la noche mientras las
familias planifican un pulmay de viernes santo. el tiempo es un síntoma
pero la enfermedad es otra. no hay más naturaleza, ya no hay
fotosíntesis secante para el mar. la ecología primaria de los herbívoros
que pastorean polietilenos declina, los refrigeradores y plasmas se
apilan aleatoriamente hasta moldear un mamarracho que llaman chernóbil,
que antes lo llamaban chile
~
ya no puedo escribir la envergadura del paisaje
cuál
yacer que nombras pasado el terror de este burdo found footage que
ahora transcribes, la nocturna cadencia del deseo atómico devastando tu
cuerpo como un iceberg compactado bajo la tierra. ya no hay nada en lo
que eres, ya no hay sentido en lo que haces. has llegado hasta aquí como
cualquier mamífero menor trasladado por el azar y lo sabes, lo piensas
como el moribundo piensa ajena su infancia viendo como una
retroexcavadora descubre cuerpos al parecer humanos en el patio del
colegio. tu mundo interior vale mierda y el fascismo es un yugo atroz
que aún te pesa, que aún doblega tu frágil espalda y te rompe. habrá un
relato más común? podría imaginarse una vida más ordinaria?
Del país flotante
(Fuente: La comparecencia infinita)
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