Por: André Pieyre de Mandiargues (1909-1991)
André Pieyre de Mandiargues presenta a Jean-Pierre Duprey
… Se piensa más de una vez en los prolegómenos de Haldernablou, de Alfred Jarry, pero también en Mallarmé (el de Igitur) y en Lautréamont, con algo de inocente e infantil en la desesperación, que resulta muy conmovedor. En todo lo que escribió Jean-Pierre Duprey, no hay nada que no lleve el signo de las fuerzas más oscuras que a veces invaden la mente humana, nada que no esté marcado por la aprehensión de la noche y de la muerte. La única protesta que oponía era una risa irónica, como una burlona aceptación de lo inevitable.
André Pieyre de Mandiargues, Deuxième Belvédère (1962)
La eternidad en sábanas negras
I
La eternidad en sábanas negras. Mis funerales vestido de ceniza. ¡Aquí el gran trepanador de imbéciles!…
Nos transformaron. Lo que nos es produce un hermosos reflejo y yo siempre llevo conmigo la foto del supremo detergente.
¡Todos nuestros puertos naufragarán en alguna parte!
Tengo un navío, una pala de recuerdos que flota, que flota. No se necesita el pez, vea usted, yo elimino.
Lanzo un gran día al descubierto; ya tengo comisión por el día de los muertos.
En otro lugar, cerré puertas y ventanas, bajé las cortinas, busqué los venenos posibles. Tengo la vela como el interior de la vista y nada me impedirá arrojarme al fuego de los proyectiles de recuerdos.
Herrero, golpée en la cabeza de piedra de los fuegos de pólvora de un acero que no quería oírse decir. Instalado por mi cuenta, separé lo propio de lo que no era; instalado especialmente, me reemplazo por un sueño lleno de galpones que me alojan un seso convertido en esponja en una cama de arañas crudas.
Y a mí me gustaban bien cocida, patas peladas, espárragos de rabia.
Por último, con mucho agrado, cabalgando siempre, escuché aullar a la rompiente de los jinetes marinos, observando el ladrillo el mar siempre tranquilo, siempre solo, eterno pulpo sin el cual mis brazos ya no sirven para tomar.
¿Quién dará la paz, qué sol a eclipsar, pasando el vaso al interior del corazón?
¿Y qué vista hará niños? Yo tendría orificios ganados en la memoria, seguidos por el resto.
Si el mar sólo era campo arbolado, siento hambre de perder la fuga.
II
Niños en cada raíz. ¿Será lo peor comer animales? En la conejera la comida es demasiado viva.
Y no es que los muertos me molesten; enseguida me acostumbro… La paz de esta clase de matrimonio depende de un nudo en la garganta o de la paralización de la tierra.
Por último, en el calabozo, tengo juegos muy complicados. ¡Es un secreto placenteramente difundido pero no tiene lugar! Durante la ida hice desbordar el norte, la gota pérdida del océano.
Sin comunicado, ¡hola!
Todas las líneas ocupadas. Más azar en los rostros. Mi conciencia engendra niños y una semilla hipnótica siempre urgente.
¡Al fin estoy en mí! Lo que soy ya no está en mí. Vea usted el cambio. ¡Responsabilidad ilimitada!
Texto de 1959, incluido en La fin et la manière (1965)
Traducción: ALIANZA FRANCESA
Los arcanos mayores de la poesía surrealista. Selección de José Pierre y Jean Schuster. Buenos Aires. Alianza Francesa, Editorial Argonauta. 1992. Págs. 127-129.
(Fuente: La Mecánica Celeste )
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