¿Qué hacer con la muerte de las llanuras,
Con el hambre alargada de su milagro?
Pues lo que creemos es espacio abierto
Lo vemos nosotros, cuando nos dormimos;
¿Hacia dónde van —crece la pregunta— y ¿de dónde vienen?
Y ¿no se arrastra por ellas lentamente
Aquel que arranca nuestro grito en sueños,
El Judas de los pueblos venideros?
Voronezh, 16 de enero de 1937
*
TRISTIA
TRISTIA
Yo aprendí la ciencia de la despedida
Cráneo al descubierto en las nocturnas quejas.
Los bueyes que rumian, se alarga la espera,
La última hora de urbanas vigilias.
Y cumplo aquel rito de noche de gallos,
Cuando, alzando el peso del dolor del viaje,
Miran a lo lejos los llorosos ojos
Y se mezcla con el canto de las musas el llanto de mujer.
Y quién puede saber, oyendo la palabra «despedida»,
Cuál es la desunión que nos espera,
Qué es lo que nos promete la exclamación del gallo,
Cuando en la acrópolis el fuego arde,
Y en el amanecer de alguna nueva vida,
Cuando el buey rumia en la puerta lentamente,
¿Con qué fin ese gallo, heraldo de una nueva vida,
Bate las alas en el muro de la ciudad?
Me gusta del hilado lo común:
La lanzadera viene y va y zumba el huso.
Mira, ¿no ves a Delia?
¡Descalza corre ya, como un plumón de cisne!
Oh la escasa urdimbre de nuestra vida,
¡Qué pobre es el lenguaje de la dicha!
Todo ya ocurrió antaño y todo se repite,
Y es el reconocer el solo instante dulce.
¡Sea! En un plato limpio de barro,
Una figura transparente yace
Como una piel de ardilla extendida,
Y una muchacha mira, asomada a la cera.
No nos toca predecir el porvenir del griego Erebo;
Para la mujer la cera, como para el hombre el cobre.
Sólo en las batallas nos toca la suerte
Y ellas pueden morir prediciendo el futuro.
1918
*
Osip Mandelshtam (1891-1938)
¿Qué hacer con la muerte de las llanuras,
Con el hambre alargada de su milagro?
Pues lo que creemos es espacio abierto
Lo vemos nosotros, cuando nos dormimos;
¿Hacia dónde van —crece la pregunta— y ¿de dónde vienen?
Y ¿no se arrastra por ellas lentamente
Aquel que arranca nuestro grito en sueños,
El Judas de los pueblos venideros?
Voronezh, 16 de enero de 1937
*
TRISTIA
Yo aprendí la ciencia de la despedida
Cráneo al descubierto en las nocturnas quejas.
Los bueyes que rumian, se alarga la espera,
La última hora de urbanas vigilias.
Y cumplo aquel rito de noche de gallos,
Cuando, alzando el peso del dolor del viaje,
Miran a lo lejos los llorosos ojos
Y se mezcla con el canto de las musas el llanto de mujer.
Y quién puede saber, oyendo la palabra «despedida»,
Cuál es la desunión que nos espera,
Qué es lo que nos promete la exclamación del gallo,
Cuando en la acrópolis el fuego arde,
Y en el amanecer de alguna nueva vida,
Cuando el buey rumia en la puerta lentamente,
¿Con qué fin ese gallo, heraldo de una nueva vida,
Bate las alas en el muro de la ciudad?
Me gusta del hilado lo común:
La lanzadera viene y va y zumba el huso.
Mira, ¿no ves a Delia?
¡Descalza corre ya, como un plumón de cisne!
Oh la escasa urdimbre de nuestra vida,
¡Qué pobre es el lenguaje de la dicha!
Todo ya ocurrió antaño y todo se repite,
Y es el reconocer el solo instante dulce.
¡Sea! En un plato limpio de barro,
Una figura transparente yace
Como una piel de ardilla extendida,
Y una muchacha mira, asomada a la cera.
No nos toca predecir el porvenir del griego Erebo;
Para la mujer la cera, como para el hombre el cobre.
Sólo en las batallas nos toca la suerte
Y ellas pueden morir prediciendo el futuro.
1918
*
Osip Mandelshtam (1891-1938)
¿Qué hacer con la muerte de las llanuras,
Con el hambre alargada de su milagro?
Pues lo que creemos es espacio abierto
Lo vemos nosotros, cuando nos dormimos;
¿Hacia dónde van —crece la pregunta— y ¿de dónde vienen?
Y ¿no se arrastra por ellas lentamente
Aquel que arranca nuestro grito en sueños,
El Judas de los pueblos venideros?
Voronezh, 16 de enero de 1937
*
TRISTIA
Yo aprendí la ciencia de la despedida
Cráneo al descubierto en las nocturnas quejas.
Los bueyes que rumian, se alarga la espera,
La última hora de urbanas vigilias.
Y cumplo aquel rito de noche de gallos,
Cuando, alzando el peso del dolor del viaje,
Miran a lo lejos los llorosos ojos
Y se mezcla con el canto de las musas el llanto de mujer.
Y quién puede saber, oyendo la palabra «despedida»,
Cuál es la desunión que nos espera,
Qué es lo que nos promete la exclamación del gallo,
Cuando en la acrópolis el fuego arde,
Y en el amanecer de alguna nueva vida,
Cuando el buey rumia en la puerta lentamente,
¿Con qué fin ese gallo, heraldo de una nueva vida,
Bate las alas en el muro de la ciudad?
Me gusta del hilado lo común:
La lanzadera viene y va y zumba el huso.
Mira, ¿no ves a Delia?
¡Descalza corre ya, como un plumón de cisne!
Oh la escasa urdimbre de nuestra vida,
¡Qué pobre es el lenguaje de la dicha!
Todo ya ocurrió antaño y todo se repite,
Y es el reconocer el solo instante dulce.
¡Sea! En un plato limpio de barro,
Una figura transparente yace
Como una piel de ardilla extendida,
Y una muchacha mira, asomada a la cera.
No nos toca predecir el porvenir del griego Erebo;
Para la mujer la cera, como para el hombre el cobre.
Sólo en las batallas nos toca la suerte
Y ellas pueden morir prediciendo el futuro.
1918
*
Edic: Diana Myers
Trad: Amaya Lacasa & Rafael Ruiz de la Cuesta
(Fuente: Cecilia Pontorno)
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