Tenemos derecho a amar el otoño
Tenemos derecho a amar el otoño
Tenemos derecho a amar el final de este otoño y a preguntarle:
tendemos sobre él nuestros cuerpos carbonizados?
Un otoño que abate sus hojas de oro. ¡Ah, si fuéramos
hojas de higuera, hierba abandonada
para revelar la diferencia entre las estaciones!
¡Ah, si no nos hubiéramos despedido del sur de los ojos
para preguntar lo que preguntaron nuestros padres
cuando se lanzaron sobre las puntas de las lanzas!
Tal vez la poesía y la plegaria se apiadaran de nosotros.
Tenemos derecho a enjugar la noche de las mujeres hermosas,
a hablar de lo que acorta la noche de dos extraños
esperando la llegada del norte a la brújula.
Otoño. Tenemos derecho a aspirar el perfume de este otoño
y pedirle a la noche un sueño.
¿Puede enfermar un sueño como los soñadores? Otoño, otoño.
¿Puede nacer un pueblo sobre una guillotina?
Tenemos derecho a morir como queramos,
para que la tierra pueda ocultarse en una espiga.
Traducción: María Luisa Prieto
(Fuente: Hugo Toscadaray)
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