LAS HORAS DE VEGUETA
Nada sucede al azar
¿Acaso todo es signo
cuando ya todo se encamina al regreso?
Hablar a los ausentes.
Nombrarte y llegar al vacío.
Como si sólo el decir fuera sortilegio,
un hilo de luz, algo vivo,
las horas transcurridas,
lo nunca dicho,
lo que se hace palabra imposible:
gravedad, peso, signo.
Sentido
- apenas soportable.
Lo irreparable, la disolución,
el olvido, el tenaz esfuerzo
por llegar a tu ausencia.
La escala rota, el vencimiento,
este inexplicable dolor de no conocerte,
de sólo inventarte
con retazos de mundo, como ciego
palpando el silencio.
Sólo soñarte.
En tu isla,
en mi infancia, en la tuya.
Sólo imaginarte.
Ausente de figura.
Hecha signo. Palabra.
Sabes que nada sucede en vano.
De isla en isla
el mar escribe tu historia,
el mar borra tu historia.
¿Dónde fuiste tú?
¿Qué infancia habitaste?
Desconocida, perdida en la luz,
en este sosiego de calles desiertas,
cerradas celosías, palacios
de un tiempo inmóvil, detenido,
tuyo por frágil y hermoso.
En esta luz descendida como pausa,
consuelo y herida, en este aire
de asombro, este vuelo, esta caricia
del tiempo. Tú, inexistente, que envuelves
y que ahora regresas.
Alegoría.
Semblanza oculta.
¿Dónde fuimos nosotros?
¿Qué paisaje permanece, nos nombra?
Rescatar fragmentos, pedacitos,
lo que tal vez fuiste y que el azar
-¿o es amor transmutado en gesto?-
dibuje de nuevo el tiempo compartido.
Minúsculos cristales de colores,
cuentas infinitas del cuento
que hila el olvido y la permanencia.
Hasta que gire de nuevo el mar,
la isla, la calle que desciende.
Y el azar o esta claridad, esta luz herida de Vegueta,
este acorde de infancia,
dibuje el tiempo, la música que un día fuiste.
De isla a isla
nada se escribe
salvo tu ausencia.
Huella. Rescoldo.
Nada queda
salvo la lejana memoria de lo que fue.
El pequeño dolor de no recordarte ya.
Antonio Crespo Massieu. El dolor que amamos. Ed. Bartleby, 2022
(Fuente: Voces del extremo)
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