Hongos nocturnos
donde hubo ventanas
y chubascos.
A caballo y alpargata
e hileras de caries.
Uno en el 58,
y el vientre
y los huesos
y los albores
con jeeps, otoños
y los ladrones
que buscaban refugio.
Pulpas,
bocas arañando el cielo
y esa doble pulsación,
párpados.
Algo que estalla,
cauce.
En el 73,
un par de tortas fritas
y tanta página,
alfalfares
y monedas amarillas.
De verlas,
boreal
el estruje cenobita.
Uno estuvo
aquí.
Siempre
en el pico
de flamencos carniceros:
rosáceo
y no quirúrgico,
apoyando una pata,
se cansa la otra,
y viceversa.
-Inédito -
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