VIVA
VIVA
En algún lugar al que nunca he viajado,con alegría más allá
de experiencia alguna,tus ojos tienen su silencio:
o que no puedo tocar porque están demasiado cerca
tu más leve mirada me abrirá sin duda
aunque yo me haya cerrado como unos dedos
tú me abres siempre pétalo a pétalo a mí mismo como la Primavera abre
(tocando hábil,misteriosamente)su primera rosa
o si tu deseo es cerrarme,yo y mi
vida se sellarán muy bellamente,de pronto,
como cuando el corazón de esta flor imagina
a la nieve con cuidado en todas partes descender;
nada que debamos percibir en este mundo se iguala
al poder de tu intensa fragilidad:cuya textura
me compele con el color de sus países,
retratando muerte y siempre con cada aliento
(yo no sé qué es lo que hay en ti que cierra
y abre;pero algo en mí comprende que
la voz de tus ojos es más honda que todas las rosas)
nadie, ni siquiera la lluvia, tiene manos tan pequeñas
Ese es uno, seguramente el más famoso desde que lo recitara Michel Caine en Hanna y sus hermanas, de los setenta poemas de ViVa, de E. E. Cummings (1894-1962) que publica El sastre de Apollinaire en una cuidada edición bilingüe con traducción de Pedro Larrea que remata un epílogo (‘Mucho más que un primo de Apollinaire’) en el que Antonio M. Figueras explica que “el título alude a dos V superpuestas, pintada muy frecuente en esa época en los muros del sur de Europa con el significado de larga vida, como en «ViVa Napoli».
Publicado por primera vez en España en su integridad, este libro contiene al Cummings más reconocible y al más vanguardista, al más sentimental y al más hermético, al más innovador y al más lúdico en la meritoria y admirable traducción de Pedro Larrea, que sostiene en el prefacio:
“La poesía de E. E. Cummings no es «difícil» en su lengua original.
Otra cosa fabulosamente distinta es la traducción de su poesía. Que traducir es entre arduo e imposible se sabe en Europa desde aquellos patricios romanos que viajaban a Grecia para aprender griego (la lengua culta para la elite latina del momento) y así leer a Homero en el original. Que no se debe (¡que no se puede!) traducir palabra por palabra, nos lo apuntó San Jerónimo. Con este aviso, a Cummings se le reescribe sin remedio casi tanto como se le traduce a duras penas; porque traducir a secas es (quien lo probó lo sabe) una quimera insoslayable.”
Están aquí sus juegos algo banales con las mayúsculas y las minúsculas, la puntuación aparentemente caprichosa que responde a la transcripción fonética, las rupturas de estructuras sintácticas en el coloquio y los experimentos tipográficos, los ritmos marcados por el jazz y las efusiones afectivas y confesionales, como la de este poema:
Si existen los cielos mi madre tendrá (todo para ella)
uno. No será un cielo cursi ni
un frágil cielo de lirios del valle sino
que será un cielo de rosas rojinegras.
mi padre (profundo como una rosa
alto como una rosa)
de pie al lado de mi
mecerme sobre ella
(en silencio)
con ojos que realmente son pétalos y verá
nada con la cara de un poeta que realmente
es una flor y no una cara con
manos
que susurran
Este es mi amor mi
(de repente en la luz del sol
él se inclinará,
y el jardín entero se inclinará)
(Fuente: Santos Domínguez Ramos)
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