Quemar el año viejo
Las cartas se tragan a sí mismas en segundos.
Notitas que los amigos ataron al picaporte,
papel de un rojo escarlata transparente,
crepitan como alas de polillas,
se unen con el aire.
Tantas cosas de cualquier año son inflamables:
listas de verduras, pedazos de poemas.
Lla llama anaranjada de los días viborea:
tan pocas cosas son una piedra.
Donde había algo y de repente no,
grita una ausencia, festeja, deja un lugar.
Vuelvo a empezar con los números más chicos.
Danza rápida, revoltijo de piedras y hojas,
sólo lo que no hice
sigue chisporroteando cuando se muere el fuego.
Traducción de Ezequiel Zaidenwerg
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