Selva Almada es una escritora nacida en Villa Elisa, Entre Ríos, en 1973. Publicó sus primeros relatos en el semanario Análisis, de la ciudad de Paraná. Allí dirigió, entre 1997 y 1998, la revista Caelum Blue. Considerada una de las escritoras contemporáneas más destacadas de la Argentina y Latinoamérica, es autora de novelas como El viento que arrasa (2012), Ladrilleros (2013) o No es un río (2020), también de libros de cuentos como Niños (2005), Una chica de provincia (2007), El desapego es una manera de querernos (2015, Penguin Random House) o Los inocentes (2020, en colaboración con Lilian Almada) y de libros de crónica como Chicas muertas (2014), El mono en el remolino: Notas del rodaje de Zama de Lucrecia Martel (2017). Los poemas seleccionados pertenecen al libro Mal de muñecas (2003).
1.
Pamela es la reina
pelo rosa y piel morena.
Sebastián y los otros
la aman.
Ella y su desdén
adentro del vestidito blanco
en el segundo estante
muestran
las piernas abiertas
sin agujero.
Sentados todos a la mesa
Pamela sirve té de mentira
en tacitas de plástico
y conduce la charla
como una dama.
2.
La brasa de un cigarrillo
cae
en un descuido de mamá
quema
el pie derecho de la Flaca.
Yo lloro las otras se ríen
la Flaca llora mamá se aflige
le echa la culpa al gin tonic y
promete tejerle unos zapatitos
al crochet.
Todos sabemos que no hay solución:
sólo yo querré a la Flaca renga
perderá la corona de princesa
con que Niño Valor la ungiera
dos meses atrás
su carrera de top model
en ascenso
se trunca
sus sueños de bailarina de tap
se rompen como espejitos.
Mamá le habla a la Flaca:
no es tan tremendo, dice,
una amiga suya, cuenta,
perdió el útero y los ovarios,
a su cuñada
le extirparon un pecho
y sigue enumerando
mutilaciones varias
que asustan a la Flaca
y también a mí
que agradezco que nunca traiga
sus conocidas a casa.
3.
Sebastián tiene
ojos turquesa y pelo dibujado.
Es un bebé
pero a veces le pongo ropa de hombre
y hacemos que es mi novio.
Cenamos
frente a platitos vacíos
a la luz de las velitas
que robo en los cumpleaños.
Hablamos poco
él nunca menciona su trabajo.
Le cuento que el Panzón
se fue a vivir a Nueva York
y que escribe seguido,
que Sabrina se fue con mi hermana
de vacaciones a Pinamar.
De postre le sirvo
una rodajita de limón
que nunca toca
y que termino comiendo yo.
Si ponemos música
me subo a la mesa
y bailo para él.
Nos reímos bajito
para que mamá no se despierte.
Antes de irme
lo beso en la boca
y él enreda su mano en mi cabello.
***
(Fuente: Zenda Libros)
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