Cada vez
que el veneno
mata, muere o morirá,
los hexámetros manchados
harán de él
un extraño
en las callejas de Pompeya
y el albedrío racional.
Cada vez
que un átomo
me remueve la oreja,
simiente y vacío
lo consisten y discurren.
Cada vez
que cortejo a Cibeles,
congoja y pasión
me amonestan
en llegar al crimen.
Los corderos que pastan
azafranes y afanes,
de albricias
y sin cesar huella,
se aislarán de manteca
y leche.
Cada vez
sombría,
cada tanto
pensada y hecha;
el alma
se acogota impaciente
en un espacio que no lo es
y donde los muertos
decidirán regresar
a la tierra,
ya atmosféricos,
ya en efecto y redundancia.
- Inédito -
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