martes, 24 de junio de 2025

Eugenia Cabral (Córdoba, 1954)

 

 

no es mi poema el que se repite, es la invasión y la mentira
 
 
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IRAK BLUES

 

Están todos muertos, Harry. Te digo que es cierto, todos murieron.
Mientras caían yo escuchaba campanazos, tañían como campanas los infelices al reventar contra las paredes. Era un campanazo vibrante, se podían ver los círculos concéntricos de las ondas sonoras cada vez que uno de esos moría.
Están muertos, Harry. Todos están muertos.
A las dieciséis horas de Argentina comencé a disparar contra los conejos y las conejas con sus conejitos. Eran todos blancos y los ojos colorados hacían un centro perfecto para darles en el entrecejo.
Eran unos malvados conejos con dos dientes que si se te clavan en la mano te arrancan el pedazo. Dos dientes con los bordes rectangulares como metal bien torneado, igual que las balas. ¡Pero nosotros los matamos a todos, Harry! Los sacamos de las jaulitas uno por uno y se resistían con sus dientes rectangulares, sus ojitos colorados, los conejos.
Pensándolo bien, son raros los conejos. Uno los mata por cientos y ellos, por darle a uno solo de nosotros, son capaces de morir diez de los suyos. Es que no saben contar. Créeme, Harry, los conejos no entienden de aritmética.
Yo tampoco me llevo bien con la aritmética (ni con los conejos.) Yo entiendo el pelaje blanco volando por los aires como la pelusa cuando se barre una casa vieja, yo veo su sangre salpicando el desierto con miles de ojitos rojos, porque eran cachorritos los conejos y bebían agua de los charquitos en el barro, desde que los sitiamos y ya no tenían agua de conejitos para beber.
Y a las dieciséis en punto había que matar a los pequeños conejos, hoy, en Fallujah. Era una cuenta fácil: conejos más Fallujah. Fallujah cercada y los conejitos atrapados.
Cuando reventaban sonaban los campanazos porque se van al cielo de los conejos, Harry, eso creen los muy estúpidos. Un cielo sin números, todo poblado de zanahorias y conejas.
Mejor nos vamos, Harry, ¿eh? Ya me ha cansado la tarea de sumar orejas con colas de pompón. Vayamos por unas cervezas, Harry, así nos olvidamos de Fallujah y de los pequeños conejos.
Salimos de Bagdad y nos enviaron a los nortes, los estes, los oestes, y ya veníamos de Afganistán... después del Golfo, digo, después de Grenada, ¿te acuerdas, Harry? Después de El Salvador y Guatemala, después de Viet Nam, cuando pasamos por... Y mucha cerveza para aguantar. 
 
Eugenia Cabral
Noviembre, 2004

 

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