¿Te probarías mis ojos?
Mi cuerpo es un colchón desvencijado un lugar desprolijo y palpitante para el ir y venir de raudos transeúntes sin amor Todo yo soy un cuarto aún sin amueblar saturado del frío y la humedad de mi respiración que escapa a ningún lado entre jadeos. Frente a espejos del todo objetivos, me disparé mis propios ojos, pero la muerte rechazó mis requiebros. Noche tras noche caminé por las paredes por extraños parajes que están en mi cabeza. Me cepillé los dientes con cáscara de naranja, glaseada con la sangre fría que sale de la canilla. Tengo la cara tatuada de mapas de países muertos, y el pelo sucio de ambrosía seca. Amargas pasas de uvas me caen de la nariz sin previo aviso y nadan por mi boca cardúmenes de pececitos brillantes. Mis pezones son como abrojos bronceados por el sol, y tribus olvidadas hicieron de mi pecho su campo de batalla, sin saber de los barcos hundidos que se me pudren en el estómago. Mis piernas son los restos de cipreses calcinados, tengo los pies llenos de musgo de los pantanos, que burbujean por el piso de mi casa. Ya no puedo salir. Mejor me siento sobre el cielorraso. ¿Te probarías mis ojos?
(Los poemas de esta semana fueron seleccionados por David Iaconangelo.)
Traducción de Ezequiel Zaidenwerg Dib
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