Mahoma
entre rocas imposibles, se esconde.
En el hueco sin luz de una boca de granito se queda quieto.
Quieto.
Lo buscan, no para adorarlo, sí para un castigo ejemplar.
Desconoce cuanto tiempo más estará en la tierra.
Duerme.
Antiguas y sabias, las arañas tejen un manto denso con miles
de hilos, en la entrada de esa caverna.
Todas las tramas son nocturnas.
Cuando la claridad hizo el día, siguieron intentando su captura.
"No, no puede estar acá", dijo un hombre armado a sus
compañeros "Aquí nadie entró núnca, miren esa tela de araña."
Luego subió sobre su yegua de luz, y fue llevado por Gabriel a contemplar el rostro de Alá, o el Aleph, que es lo mismo.
Tiempo de Ramadam.
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