Pequeña meditación de un elefante lento
(¿quién te dio autoridad para escribir algo?)
(¿quién ha cortado contigo unos cerezos chinos?)
(¿qué haces contra el ínfimo poder que tienes?)
¿Cómo te atreves a escribir eso si no bailas cumbia?
Esa cumbia, como llovizna del ritmo y del gesto.
Esa cumbia de los esqueletos cariados,
esa cumbia política de los esqueletos políticos
en la danza mía de la muerte mía, tan reconocible:
molimientos sinfónicos, canicas y arrullitos de nieve.
Ópera destrozará en vísceras y plásticos.
Ópera hablará, bromeará como un cuchillo afilado
y como un afilador de cuchillos sobre las gargantas
de los cantores tuyos. Cántate una bonita melodía.
¿Qué te ha hecho pensar que tienes permiso
de vivir y atravesar la voz ajena, colectiva, múltiple,
de dar voz a mujeres, niños y personas pobres?
¿Qué te ha hecho pensar que tienes permiso?
¿Qué te ha hecho pensar?
Las banderas del narco se izan en Carondelet.
Las banderas del narco se izan en el cielo del páramo.
Las banderas del narco se izan en las pupilas de los niños huérfanos
.
Eres un hombrecito, allá o aquí,
pero eres una célula del macho (esa noria de músculos, instituciones y pistolas),
pero eres la mano débil del hombrecito (esa cáscara en pantalón y camiseta):
un señor que tiene éxito opera en el Estado, en las ONGs,
en las oficinas de las multinacionales con un traje elegante
y nunca fuiste tú.
Los niños se miden los penes biológicos para saber quién vale.
Los adultos se miden los penes biológicos, bancarios, tecnológicos
para saber quién vale.
Los muertos se miden el tamaño de las tumbas para saber quién vale.
El agua fría cruza entre gramíneas y rosetas de los frailejones.
El páramo es un cielo vegetal de aguas aéreas.
El agua es el cuerpo invitado a las preguntas de las piedras.
Di “Ecuador” y todo será un accidente.
Di “Ecuador” y todo será una sequía.
Te exijo callar, te exijo que te calles, te voy a callar, ¡cállate!
Hermano querido, rompes tu cajita de música
y siempre hallarás monstruos.
El cadáver de un zorro colorado donde crecieron
achupallas es el pantano en el cielo
y es mi abuela llorosa descontextualizada:
llueve y melancolía es una película de lars von trier
donde se acaba el mundo.
Mi mundo se ha acabado mil veces: ya todo es teoría y fantasma.
¿Qué te ha hecho pensar en algo?
¿Qué te ha hecho pensar?
Por alto, por bajo, sobre la calle, como un desarmadero de automóviles,
los exámenes de próstata y el balde al lado de la cama.
¿Qué te ha hecho pensar que puedes?
No escribas.
No tienes autoridad,
insecto del espíritu, mota de mugre, odradek pasposo.
¿Cómo te atreves a pensar que puedes escribir algo sobre algo?
¿Cómo te atreves a escribir si no bailas cumbia?
Eres cicatricial: fresa negra, hígado de liebre.
Cuando se abrió la habitación de los primos
que murieron en un accidente de tráfico,
hubo camisas que permanecerán dobladas e irán luego
a un mercado de pulgas: juguetes, vinchas rojas y esmaltes para uñas
que la gente se repartirá sin pena.
Todos morimos en un accidente: la accidentalidad es lo que somos.
Todos morimos: es la pena que gira —inexplicable—
hasta revolcarnos hacia dónde
Esto es un accidente:
como el tumor que me matará un día, esto es un accidente;
como el tumor que me matará, es un sol apagándose;
un país jabalí que corre por las habitaciones de los niños cancerosos,
un país jabalí que corre por las habitaciones de los enfermos renales.
¿Quién te dijo que tienes derecho a hablar de los enfermos catastróficos?
¿Quién te dijo que puedes hablar del presupuesto general del estado y sus archivos?
¿Cómo te atreves a escribir si no bailas cumbia?
Jesucristo y Maitreya, cuiden amorosamente
este corazón país picado, sangrado por los cuervos y los erizos ideológicos,
este corazón elefante, picado, sangrado inversamente hacia las flechas del futuro.
La muerte canta en los barrios populares donde había rocolas
y ahora hay discomóviles en camionetas datsun:
la muerte canta muchas cosas en distintas esquinas y alfabetos.
El narco no canta. El narco muta, mata y la muerte es un símbolo, bandera, cielo:
un concepto sobre un sillón abstracto,
un proceso de desintegración biológica;
el espíritu abandona el cuerpo:
una luciérnaga invisible
y luego de un sueño infinito también se desintegra.
Aquí el narco es pobreza y sicarios con sandalias y fusiles.
Aquí el narco habla por las mujeres embolsadas y los hombres decapitados.
Aquí el narco habla por los lavadores de activos y la poesía pura de acetona blanca.
Aquí la muerte es un niño con rifle que cabalga un guanaco.
¿Dónde está la ofrenda del cerezo?
Espíritu butoh habla bailando, chilla, como baila llorando.
Espíritu butoh habla en su retorcimiento.
Jesucristo y Maitreya hablen amorosamente, violentamente. Hay nubes.
Un sueño se habla, se conversa en la desintegración
de mi jabalí país tan extraviado en su ruido.
Jamás te oirás decir lo que quieres escuchar.
¿Quién te dio derecho a decir tu opinión sobre lo indecifrable?:
insecto, tuerca, cactus, elefante.
Escúchate en las rémoras de un pez abstracto.
Escúchate huir de ti mismo hacia el núcleo enfermo de las células enfermas.
Escúchate en los bordes húmedos de las hortalizas recién cortadas:
un paseante saca a su perro y termina peleando con un paseante otro.
No sacar a los perros, no tener perros: el miedo.
Aquí el narco desfila en jeeps y se dirige a la desintegración de tu espíritu.
La palabra patria se esnifa en una mesa de cristal en Nueva York o Roma.
Las multinacionales del capital criminal
están asociadas a la banca y sus sistemas electrónicos:
no tienes derecho a hablar de eso, que hablen las personas que saben,
que hablen las personas correctas, que hablen las personas decentes.
Aquí no hay sal ni lengua.
Ahora sí llora, cojudo:
solo signos en la trituradora de basura.
No hay moneda que salve a quien no vale nada.
No hay moneda que compre al que no está a la venta.
Todo es barato, si nada es barato, si
aquí crece la flor de cerezo en la lengua de Jesús el Galileo, las iglesias llenas:
imaginario, marciano, demasiado humano, lenguaje, belleza, mariposa, infinito.
Ahora sí llora, cojudo, ante estas situaciones tan desproporcionadas.
“Muéranse que no hay plata” dice un argentino enfermo de individualidad:
el individuo es el centro de la modernidad,
pero no el centro de la humanidad
¿o sí?
Mira cómo bailan los raramuri girando en muchedumbre:
quizás no para todos todo, pero quizás sí para todos, al menos, algo.
No olvides, amigo, que no hay yo sin nosotros
y que no hay nosotros sin universo.
Hoy me acordé de mis bullys los que me pegaban papeles en la cara,
los que me bajaban los pantalones, los que me decían afeminado.
Hoy me acordé de ellos. Sí, ellos ahora también soy yo
y me escriben en la mente letanías desequilibradas,
motores fuera de borda de la lengua
y que se joda la dicción superior:
bosque de eucaliptos sobre la loma de San Juan,
perro sin dueño,
vendedoras de mote,
acacias de hojas que balancean su peso sobre la brisa:
mi país jabalí está enfermo y yo estoy enfermo del hígado y la próstata
y hay flores en las jarras que se deshacen en la época seca,
cerámica troceada sobre el suelo.
Hoy me acordé de mis mejores bullys:
César Vallejo y Wallace Stevens.
En sus libros todo está y un país jabalí es mi madre paseando por el campo.
Yo soy el jabalí triste que es mi madre triste:
todo es un accidente.
¿Cómo te atreves a hablar de cosas que no has experimentado?
¿Cómo te atreves a escribir si no bailas cumbia?
Si sueño que no moriré nunca, moriré ahora:
un país triste es mi madre soñando las fronteras de una tierra extendida.
Tus propiedades abandonadas, tu país pérdida:
una declaración de principios que nadie mentalmente sano escucharía.
Tengo gripe. Yo estaba acostumbrado. Tengo la panza hinchada.
Yo estaba acostumbrado. No me pagan el sueldo.
¿Cómo te atreves a decir?
¿Cómo te atreves?
Huyo hacia dentro de cada objeto que hay en la habitación.
Remo contra las moléculas, hago un nado adentro de lo sólido:
es físicamente imposible, deja de hablar tonteras.
Los objetos huyen hacia dentro de sí, me persigo en ellos:
deja de hablar tonteras, deja de hablar tonteras, deja de hablar.
La realidad entra en cada cosa.
La canasta de ropa es el sillón que es
la tele que son los jarros de cerámica china. Todo está en todo.
Todo está de incógnito en un todo incógnito:
ritmo de la totalidad, hoy vi un gavilán entre los pinos del parque.
Saqué a pasear a mi perra, pero mi perra me paseó: ella es el camino.
Hay bolsas de basura. Yo también tomo pastillas.
¿Cuántas combinadas, antidepresivos, antisicóticos, pastillas para dormir?
Hiperficción del sueño donde habito en mis banderolas amarillas,
en mis pétalos que se mueven en la respiración de un niño:
escríbelo, angústiate. Esa vida está sobrepoblada
de animales domésticos, vuelve, y mi perra de llorar hace su anuncio.
Vuelve mi magnolia muerta, llora su extinción en su plato de agua.
Vuelve mi esqueleto a su océano frío.
La experiencia reptada, vaciada, este invento qué se llama ¿cómo?
No existe ya este país —no se olviden— no existe, no se llama.
Lo que hay es acumulación de cadáveres:
ya estás hablando de cosas que no entiendes,
ya estás hablando de cosas;
hay cadáveres y habrá cadáveres más, muchísimos,
habrá cada versión del mundo, habrá cada verdad vaciada, pulmones, fémures.
Abra el cadaver de mi país y mire
carne roja, políticos, borrachos, vértebras y una circulación absurda
entre la tontería y la tontería:
dicen que este país eran barriles de petróleo en subasta,
dicen desde los años setenta,
dicen entre las torres de electrificación,
dicen que son árboles de plátano en la copa del cielo geográfico
como una explicación en las volatilidades, en la fragilidad de los ríos,
en los microplásticos que comemos en la merienda,
en las aguas meciéndose desde las contradanzas de la espuma,
en las aguas chocando contra las turbinas de las hidroléctricas,
traicionando siempre su curso natural.
¿Quién sueña en ellas?
¿Por qué escribes sobre ellas?
¿Quién te dio autoría?
¿Quién eres tú, señor sentado?
La electricidad se sueña y se propaga.
¿Quién te dio autoría, señor sentado, que aquí escribe su propio huerto eléctrico?
En las casas de Carapungo, en las casas de Cochapamba,
pero también en las mansiones de Olón.
¿Quién te dio autoría para reproducirte y traer una hija a este mundo?
La luz es democrática,
hace lo que tiene que hacer en cualquier lado, como la muerte.
Un político tras otro y ¿qué se grita dentro de las osamentas
de las niñas cortadas por asesinos seriales?
Es extraño para un hombre hablar de eso.
Los hombres somos violadores potenciales.
La testosterona es un marcador de nuestra violencia.
Sin embargo, no todos somos asesinos.
Sin embargo, no todos somos violadores.
Esto lo dices solamente para curarte en sano y resguardarte.
¿Quién lo dice por ti? ¿Quién te excluye de esa foto de grupo?
Dices que sí, dices que no, dices que todos somos eso.
Bien, entonces, dame un país, dame un idioma de cúbitos y radios.
Dame órganos de una realidad irrecuperable.
Escribe esto que sale por las esquinas, por las entrañas, por las tuberías, por las ventanas.
Esto que busca los detalles, que rastrea como un perro fantasma sin rumbo conocido.
Dame la plasticidad de los campos, la curvatura de las mentes.
Todo se destruye:
ambos ríos escriben sobre las rutas que doblan por la esquina.
Todo se vuelve probable,
todo se vuelve imposible. También los alrededores. También los parques.
Se escribe, pero se escribe, pero nunca se escribe.
La realidad está en cada estaca, en cada tocón. Todo regresa muerto.
Dicen que son ríos adentro de los cuerpos que nadan.
Kelver Ax soñando en mundos cenitales, en mundos cenobitas.
Dicen que en los años setenta el Ecuador era un barril de petróleo
y que, desde allí, nadamos adentro de los huesos
de los hermanos restrepo arismendi, de los chicos de alfaro vive:
aunque todo sueño está condenado a su demolición en el mundo,
aunque todo sueño carece de mundo, dijo Freud.
Ecuador era una molécula de petróleo sobre marismas y montañas:
ya todo es un lenguaje abstracto,
ya todos los papeles están falsificados.
La curva también es recta y una manzana en un plato:
ya todos somos la superficie
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