La huella del elefante
Nadie más recuerda al elefante de cartón.
Vaya uno a saber de qué escondite o recoveco
lo voy recuperando.
Parte de lo que fue debe existir aún
como pelusa o sedimento
o como polvo molesto en el agua de los ojos.
O quizás sobreviva casi intacto
en el espacio nunca hollado del cuartito del fondo.
De lo que no tengo dudas
es de haberlo visto venir
pisando las baldosas del patio o casi inmóvil,
con esa oscilación inexplicable
que suelen tener los elefantes
cuando están por llorar o desplomarse.
Su huella se instala en el principio
casi única, soberbia entre objetos de uso cotidiano
y escribe la primera cuartilla de la trama:
un apenas saber sobre las cosas:
cuerpo, sustancia y dolor de lo que empieza a ser.
(Fuente: El Poeta Ocasional)
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