O MA BELLE GUERRIÈRE!
Boxeadores que se dejan caer en el segundo round
de una pelea pactada a doce asaltos
citando versículos de la Biblia
que una de las chicas del cabaret
les enseñó desde el centro del escenario,
flores arrancadas de un jardín
al cuidado de los insectos que viven en él,
libros escritos a la luz de una vela
para que leerlos no sea un castigo
ni tampoco moraleja disfrazada:
se agarran de las cuerdas como si quisieran
ponerse de pie, pero han pasado
por las mejores escuelas de teatro
para fingir lo que nunca tuvieron,
no es un lugar común decir que el público ruge
ni obligación mirar a las estrellas, también
se puede tender la ropa para que el sol
tenga tanto de semilla como origen,
quiero volver al sur siempre y cuando
pueda cargar algunos dólares
más allá del servicio agrícola y ganadero,
quiero caminar por la cuerda floja
balanceándome con las pruebas
de mis estudiantes en una mano
y las medicinas que salvarán a mi viejo
de todo aquello que no quiere olvidar
pero inevitablemente me pregunta
cómo me llamo, dónde vivo, cuántas
hijas tengo: la cuerda floja es un puente
entre las dos orillas de la casa
que habito junto a un par de sombras
que me siguen por todas y cada una
de sus habitaciones: el puente
es una metáfora a punto de caerse
sobre el río que está debajo.
El agua del río también es una metáfora,
pero recuerden que vivo en el agua
acompañado de las sombras que me siguen.
En todas las piezas hay alguien que está nadando.
Y en cada una de ellas alguien que quiere despertar.
(Fuente: Daniel Freidemberg)
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