domingo, 23 de febrero de 2025

Pablo Ananía (Rosario, 1942)

 

 

DOS POEMAS



(Para Alberto Girri, 16/11/91)
 
Qué discutir si lo sensible
ha de ser percibido en lo formal
donde el que más despoja se desprende.
 
Qué discutir si el texto es quien lo lee,
la propia, intransferible experiencia
moral reconstruida, y el blanco de la hoja
autor inerte, entre tipos hostiles, observando.
 
Qué discutir si una punción
extirpa mezquindades, extrema lo ilegible,
no aísla, multiplica los efectos
paradójicos, es prueba inquisitiva, final,
de que lo inmóvil se conserva estático,
si sus redes lo inconcluso armonizan,
obra y alma clausuran para siempre.
 
Qué discutir si lo inmóvil, validez
de lo inmóvil, es lo hermético, codicia
vana del ojo, si el errático mal
violenta todo intento y la visión no basta,
no revela el vacío que deja
como de un padre a su hijo
la promesa de un oscuro
imperio sin accesos.
 
Qué discutir si las formas
permanecen, la voz del maestro
en la intemperie, si del poema
emerge Giacometti, esculpe
como austera varilla
su cuerpo inspirado por la muerte.
 
*****
 
 

DOS EN UNO

 

Lo fugitivo, Quevedo, permanece.
Regiones donde hubo
ardientes pero estériles ocasos
sombras dejaron, perfiles entumecidos
pero ocres elevándose
como cuando cautivo de la danza
de deshace el dolor. Tu comprensión
remite sólo al tacto. Tacto
sin embargo que es dicción, lente, sutil
sangre del que predica. ¿Cómo no habrá
de resignarse, Góngora iletrada, sin deseo
carnal, a bogar en sus fingidos lagos
definitivamente secos? ¿Cómo
culterana ha de engarzar en oro
si plebeya de acentuada oftalmía
fastidia los metales con fusiones mezquinas?
¿Es posible, Quevedo, que te obstines
en ceder tu palabra a quien labra ofuscada
con soles baratijas, manjares para el oído?
 
 
(Fuente: Tema: Poesía)

 

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