Oración para los recién condenados
Querido Padre, perdoname: he visto. Detrás de la valla de madera, un campo iluminado de verano, un hombre que le pone a otro una púa en la garganta. Acero que se transforma en luz sobre un cuello lustroso de sudor. Perdoname por no retorcer esta lengua para formar Tu nombre. Por pensar: así debe empezar toda oración: con las palabras “por favor” que cortan el viento en pedacitos, que es lo que oye un chico en su necesidad de saber cómo vuelve el dolor a bendecir el cuerpo de su pecador. La hora de repente detenida. El hombre, con los labios contra la bota negra. ¿Está mal que ame esos ojos, que vea algo tan diáfano & azul: que ruegue seguir siendo diáfano & azul? ¿Se me crispó el cachete cuando la sombra húmeda floreció de su entrepierna y chorreó en el barro ocre? Qué rápido que se transforma en Vos el filo. Pero dejame empezar de nuevo: Hay un chico arrodillado en una casa con todas las puertas abiertas al verano de una patada. Una pregunta le carcome la lengua. Un cuchillo que toca Tu dedo alojado en la garganta. Querido Padre, ¿qué pasa con el chico que ya no es un chico? Por favor: ¿qué pasa con el pastor cuando las ovejas son caníbales?
Traducción de Ezequiel Zaidenwerg Dib
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