Roma
Aquel impulso de cambiar la vida
"por mí, por todos"
era ya nostalgia en los sesenta
para Pasolini cuando
escribíamos sin mayúsculas
porque eran para todos las palabras.
Pero Pasolini no lloró sobre la tumba
de Gramsci,
ni pensó una elegía
bajo fríos árboles
y gatos en el brezo
los lejanos golpes
de un martillo en la fragua
y las sombras
de las arcadas romanas
tanto en San Pedro
como en el interior robusto
del comunismo Italiano.
Creía en la vida desnuda aún
mocosa, vital y harapienta
de los viejos cuentos,
maravilla y miseria,
de Canterbury de Boccaccio y de Arabia.
No cambiaban la vida pero la mantenían
en un raro y fascinante equilibrio,
alzada entre cúpulas.
En vilo.
Ahora tenemos nostalgia no de la revolución
sino de cuando creíamos en ella:
una pura mecánica celeste,
marxista convicción
y seguridad en "leyes"
implacables de la historia,
de la voluntad, al tiempo que de la ciega
determinación de los hados hegelianos.
Llorar por lo que se creyó
no por lo que nunca se realizó
es una condena que obliga
a girar en una noria
de días y multitud y avenidas
en la tarde, en el anochecer de pájaros
apurados y bocinazos.
![Puede ser una ilustración de caballo](https://scontent.faep32-1.fna.fbcdn.net/v/t39.30808-6/475825817_8807076849404487_1150218362876452582_n.jpg?_nc_cat=106&ccb=1-7&_nc_sid=127cfc&_nc_eui2=AeGlSg126qjguB4H7ts7ZcsfXvFsvfYHVHFe8Wy99gdUcXK_6-V4_No04g6bUDLKdf2SLXAGjQ6up6oOtHbR_SNt&_nc_ohc=KX3SARQUP9MQ7kNvgHB4E-0&_nc_oc=AdibBBhgevb2yU7cRXEgd01IGT4Oluqt0OtKcFESAJFzSXrjCx2GSnZ6F_aCB7dAPRo&_nc_zt=23&_nc_ht=scontent.faep32-1.fna&_nc_gid=A01Ye8k5OqapE_5z98HcMC0&oh=00_AYCboQktM5IrdJB_2gbTnBqJ1cY4xraziIUstvrBkzSJtw&oe=67A49BA2)
No hay comentarios:
Publicar un comentario