Dinastías
Volaban papeles en remolino en torno
Isidoro exhalaba su aliento a whisky
sobre la almohada—;
el amanecer en la urbe
lo distrajo de un pensamiento:
el desierto
inconmensurable abierto*
donde todo ocurría a lomo de oveja,
carne del desierto.
El sol del desierto, el indio
corriendo a los marcianos con una alpargata,
o esa vez en que trémulo de pavor se pensó bravo
y acometió feroz ** contra los chinos
o quizá eran coreanos,
—o japoneses—,
que iban a instalar una bomba atómica en el Chubut.
Jamás, se dijo, mi sable se manchó de sangre
y dormitaba en el cuarto de huéspedes
de la estancia del cacique, y sin embargo,
¿qué culpa es esta? ¿este bajo fondo del heroísmo?
este arrabal del planeta recorrido por el tornado
de mi remordimiento.
Patoruzú ha ganado la batalla, su tierra
se asienta sobre un imperio sumergido,
dinastías de bronce y barro, tangos bailados en ojotas...
Sin embargo, me come el corazón una deuda…
Luz es lo que la gente necesita, luz y viento, eso solo
es la vida, efímera, circunstancial, hueca,
para que en ella soplen canciones y fantasmas.
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*Esteban Echeverría, La cautiva.
** Glosa de Almafuerte, Sonetos medicinales.
Jorge Aulicino "El hombre del codo en la ventana Barnacle, 2025
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