El animal profundo - VII
¿No reluce el oro de la escritura sino en lo que
se afirma que es patrimonio de los dioses, en el anhelo
infinito de una idea que el saber humano jamás satisface,
ese vivir en la plenitud de lo divino?
para procrear, no has sido creado sino por el lenguaje
de otra u otro, señor, señora, seres del habla y del momento.
¿Habrá que tornarse ciego entonces para no ver
sino para sentirse visto? ¿Aguzar el oído como un animal?
¿Qué olor de madera atraerá a la muerte? ¿Qué palabra la alejará?
¿Aferrarse a un deseo? ¿Apostrofar? ¿Sacrificarse? Hágase
a un lado el intelectual sensible. Déjese el espacio liberado
al salvajismo de la ultramodernidad, al viento
purificador del odio. Ruptura. Fractura. Tender el oído
para discernir los crujidos, las fibrilaciones del poema.
Hacer ese vuelco ideológico. Permitir que se ensanche
la grieta mental, el abismo a tus pies.
Ir como un animal errante en este país
de piedras resecas. Ellas tan frágiles
que apenas las tocamos se deshacen.
El animal profundo - VII. Este país
(Fuente: Ricardo Ruiz)
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