sábado, 22 de abril de 2023

Oliverio Girondo (Buenos Aires, 1891 - 1967)

 

Membretes (fragmento)

 

Musicalmente, el clarinete es un instrumento muchísimo más rico que el diccionario.
 
En ninguna historia se revive, como en las irisaciones de los vidrios antiguos, la fugaz y emocionante historia de setecientos mil crepúsculos y auroras.
 
No hay crítico comparable al cajón de nuestro escritorio.
 
Los bustos romanos serían incapaces de pensar si el tiempo no les hubiera destrozado la nariz.
 
Aunque la estilográfica tenga reminiscencias de lagrimatorio, ni los cocodrilos tienen derecho a confundir las lágrimas con la tinta.
 
Llega un momento en que aspiramos a escribir algo peor.
 
El ombligo no es un órgano tan importante como imaginan ustedes, poetas.
 
¿Estupidez? ¿Ingenuidad? ¿Política? “Seamos argentinos”, gritan algunos sin advertir que la nacionalidad es algo tan fatal como la conformación de nuestro esqueleto.
 
Delatemos un onanismo más: el de izar la bandera cada cinco minutos.
 
El cemento armado nos proporciona una satisfacción semejante a la de pasarnos la mano por la cara, después de habernos afeitado.
 
No hay que confundir poesía con vaselina; vigor, con camiseta sucia.
 
Los críticos olvidan con frecuencia, que una cosa es cacarear y otra poner el huevo.
 
Trasladar al plano de la creación la fervorosa voluptuosidad con que, durante nuestra infancia, rompimos a pedradas todos los faroles del vecindario.
 
¡Si buena parte de nuestros poetas se convenciera de que la tartamudez es preferible al plagio!
 
El barroco necesitó cruzar el Atlántico en busca del trópico y de la selva para adquirir la ingenuidad candorosa y llena de fasto que ostenta en América.
 
Aunque ellos mismos lo ignoren, ningún creador escribe para los otros, ni para sí mismo, ni mucho menos, para satisfacer un anhelo de creación, sino porque no puede dejar de escribir.
 
Las distancias se han acortado tanto que la ausencia y la nostalgia han perdido su sentido.
 
Aspiramos a ser lo que auténticamente somos, pero a medida que creemos lograrlo, nos invade el hartazgo de lo que realmente somos.
 
 
(Fuente: Hugo Toscadaray)

 

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