Jóvenes reliquias
Se metían en las casas.
Mis hermanas. Las vacías,
recién terminadas, donde todavía nadie
había intentado dormir. Aún con aserrín
en los rincones, ninguna tabla
suelta del piso de madera.
Me las imagino
como las vi con los caballos,
las manos acariciando las paredes: después de todo,
una casa tiene que aprender a contener a una familia,
con todos sus sistemas temblorosos
de energía y dolor. Una vez vi a Sierra
con un potrillo que no estaba listo
para que lo montaran. Se quedó con él en el establo
y le habló hasta que le bajaron las pulsaciones.
En todo nuestro barrio,
casas nuevas a oscuras, presas de pánico.
Allí entran mis hermanas.
Que traen consuelo donde no
debía haber, sin llave para entrar,
sin encender las luces, un regalo ritual
exclusivo para el recuerdo de las habitaciones:
menos en los flancos pintados,
voces en los aleros.
Traducción de Ezequiel Zaidenwerg
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