TRES POEMAS DE VARIACIONES VICTORIA (2022)
TRES POEMAS DE VARIACIONES VICTORIA (2022)
I
Llegó envuelta en periódicos dentro de una caja de cartón. Antonio Ciudad, un amigo médico, me la trajo de la Facultad de San Fernando porque yo le había comentado mis inquietudes y recuerdos. Mi primera vocación fue la medicina y sabía que muchos estudiantes tienen cráneos para sus estudios de Anatomía. El visitante era así la sombra de una antigua inclinación. Señalaba una línea con el pasado y una perplejidad. Además yo albergaba entonces un pathos romántico que ya no poseo. Supongo que por eso permití que entrara en mi casa hace casi treinta años.
Un cráneo en nuestro espacio privado supone una descolocación. Es el nudo de una existencia clausurada que accede a nuestra cercanía. Al principio todo es asedio. ¿Quién fue? ¿Se trató de un hombre o de una mujer? ¿Cómo vivió su infancia, si acaso la tuvo? ¿Por qué la realidad lo condujo a los márgenes? ¿A quién recordaba con insistencia? ¿Por qué extravió su identidad y acabó en los gabinetes anatómicos? Cargué la caja con cuidado y ubiqué el cráneo en un espacio superior de mi biblioteca. Durante meses imantaba mis ojos cada vez que entraba en la habitación, hasta que se volvió invisible como sucede con las realidades y cosas que se tornan familiares. Es
una traslación paulatina: el sujeto desaparece y se convierte en objeto. Cesa su existencia. Pasaron varios meses y un día me convencí de que necesitaba un nombre. Será Victoria, me dije. Victoria: tres sílabas como campanadas de advertencia.
VIII
Victoria fue Ella o Él.
No sé: Victoria es Ella o Él, es Ella y Él.
Victoria es hermafrodita.
Yo es Victoria. Yo es Él y Ella.
XXX
(IN ILLO TEMPORE)
14 de enero del 2021. Tengo 68 años y un mes. Son 816 meses,
3548 semanas, 25239 días, 596806 horas, 35764546 minutos,
2145872760 segundos. Si trazara una línea con todos estos segundosminutos-horas-días-meses-años tendría una idea del falso tiempo sucesivo. ¿Ha pasado qué? ¿Un vértigo, una serpiente, un parpadeo? ¿Me encamino a un final vergonzoso, a un origen? Nada pasa excepto lo que pierdo, excepto lo que anhelo, excepto lo que conjeturo. El 14 de enero del 2023 tendré más de 70 años. Hay que morir joven como Keats, como Chopin. Su corazón fue conservado en cognac. Pidió que se lo arrancaran pues le aterraba la catalepsia. Ambos murieron
de tuberculosis, esa enfermedad que despliega una armonía conmigo. Desoí el llamado musical y preferí a Heráclito. Discurrir en otro, en un contrario sin término y sin causa: una flecha enloquecida que no puede detenerse. Bebía a la edad de Keats y de Chopin para aplacar el tiempo que es una de las mentiras de mi vacío íntimo, para envolver los meses-días-minutos-segundos con una cabellera baudeleriana. Llovía vino para celebrar la destrucción, la carne que no fructifica.
O tal vez la línea discurra para atrás y se detenga en el 14 de diciembre de 1952, una fecha irreparable. Es el minuto especular de alguna hora, de un día, de algún mes en un año que no logro identificar. Solo sé por los modelos de los autos que comienzan los sesenta y yo persigo con mi bicicleta a uno verde con aletas y grandes cromos. O caigo en una fisura cronológica y es febrero del 2002. Allí soplo y beso la humedad de una nuca que tiembla como si llamara a una sombra. ¿Me desbaraté entonces? ¿Me convertí en estambre, saña, dardo que punza y es punzado? 𝘐𝘯 𝘪𝘭𝘭𝘰 𝘵𝘦𝘮𝘱𝘰𝘳𝘦 es el principio. No hay línea sucesiva que se inicia en 1952 y que aún continúa. Hay un círculo, un bucle, una maraña, un enjambre.
(Fuente: Lab de Poesía)
No hay comentarios:
Publicar un comentario