Fría la carne de la revelación
Lo vi por primera vez
a decenas de metros de distancia,
entre centenares de miradas estudiantiles.
Perdida, precipitaba mi paso, corría,
tras de mí me tomaban los ojos de fuego.
Los granos de arena sobre la playa mediterránea
metían clavos en mis talones, entre los zapatos,
y no podía mirar atrás
por las llamas que me absorbían la espalda, el pecho…
Pasos a mi lado, los ojos desconocidos
carcomían hasta la sangre mi piel.
Mis dedos rojos buscaban algo en el bolso,
le tendí el Elogio de la fuga de Henri Laborit
así como le hubiera tendido al tigre
escapado de la jaula un pedazo de carne
para que no me siguiera.
Me había respondido por un registro en su bolso,
mi mirada se había corrido sobre el filo de un libro,
entré al agua para encontrar mi equilibrio
me ha sostenido en sus brazos para que no me caiga,
después de ofrecerme de su bolso
el Elogio de la fuga de Henri Laborit.
incluido en Herederos del kaos (23 de junio de 2021, San Francisco/Barcelona).
(Fuente: Asamblea de palabras)
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