Ahora en la playa debe haber un cajón de madera carcomido por la sal
y las moscas, podrido por el agua, suciamente encallado en la arena,
esperando de la piedad de la marea para bambolearse, como borracho,
y acaso hacerse a la mar.
Más allá hay un pescador de manos nudosas que aún sigue una
guerra que hace años terminó,
siempre cuenta historias imposibles de creer, si no fuera porque
sus palabras hablan al oído como los ecos del mar.
Él sabe hablar con las sardinas, por ejemplo, "precisamente
porque nadie más que él se detiene a entenderlas cuando hablan",
y éste es el arte, y se sienta sobre el cajón y él también espera
de la piedad de la marea:
—¿Ve dónde ahora están esas casas? El Masnou ya había caído,
y ahí nos apostábamos, entonces crecían manzanos, pero no se
sabía de quién eran, y nos entendíamos a los guiños, venían
las muchachas y todos comíamos en silencio, esperábamos
horas y más horas, y yo me preguntaba apoyado en el fusil:
¿de qué lado de la orilla estaremos mañana?
Pero él sólo sabe que ama sus nuevas botas de lluvia porque son
amarillas y por el milagro de andar sobre las aguas:
con ellas, la única gravedad posible es la del barro
resistiéndose a ser huella solamente, y eso es así:
es decir, hojarasca trabajada por el invierno, macerada por el
aire frío que, entre pinos y almendros y plátanos y manzanos,
baja desde los altos,
y él sigue caminando, hasta recoge una rama para trazar sobre
el barro una salida imaginaria.
—¿Es ésta la calle, señora, que lleva hasta el mar?
—Sí, señor, la dirección es ésta, pero aquí no vive nadie,
y menos de ese nombre.
Pero él ha despertado a este caminar bajo los árboles como quien
retoma un tema largamente olvidado:
hasta puede encender un cigarrillo y hablar con los vecinos de
las desdichas del pescador cuando el mar es pura gravedad de
algas, espumas y graznidos.
¿Es verdad que hay un hombre que ahora camina bajo los árboles
salpicado por la lluvia?
¿Es verdad que todavía la lluvia es un encuentro íntimo en su
corazón?
—Sí, y es increíble, señora, las historias de los pescadores son
siempre increíbles.
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(Fuente: Daniel Rafalovich)
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