miércoles, 15 de abril de 2020

Samuel Trigueros (Honduras, 1967)




CANTA OZYMANDIAS



Desprendidos de un astro,
caímos al mundo.

No lo sabíamos.

Nuestros pasos, nuestro esfuerzo,
las ciudades que nuestras manos levantaron
(esas enormes burbujas
a las que dimos nombre de imperios y que reventaron
en el pantano transparente de los aires),
fueron tan sólo instantes del sendero
que nos condujo a esta tierra de calladas hierbas.

Polvo es lo que une las estrellas y mis manos.





ABEJA EN LA SOLAPA



Aquí
si alguien recuerda a alguien,
evoca sólo
el fotograma perdido de un aroma.

El polen de la existencia
vuela disperso por el campo.





STARBUCK


Sobre la nata brillante de los besos
está la mosca muerta del amor.


Alguien pregunta un nombre
y lo anota en el reverso del instante.





ANALOGÍAS



Mi cabeza es el cuerpo de una araña.
Kilómetros abajo, en lo indecible,
están las raíces de mis piernas
y el tarso inmóvil como un tubérculo nonato.

Habito un ciego espacio interestelar.
Como la araña,
de rama a rama lanzo mis Voyager.
La densidad del polvo es incesante.
Me vacío del ayer brillante
mientras abrazo las sombras insondables.

Mis brazos quietos son mis remos.
Las fatigas trabajan en mi sueño.
Eso es lo único necesario para el viaje.

Mi corazón es un secreto,
una amatista
en la geoda de la noche,
una pequeña gota de ámbar
que llegó hasta las raíces.




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