Muerte en la calle
Caminaba por la ciudad, haciendo tiempo para tomar el colectivo
que me llevase al puerto, y de ahí embarcar hacia mi destino marino
cuando la vi. La señora que cotidianamente en la vereda del banco
vendía sus chucherías, tenía su cabeza hacia abajo, apoyada en su pecho
y sin movimiento alguno que demostrase que, aunque sea, dormía
me acerqué y le hablé, esperando despertarla con mi voz ronca
pero eso no sucedió, la toqué en un hombro, al principio suavemente y luego
un poco más y más fuerte. Estaba muerta, rodeada por las pocas cosas
que sostenían su vida y que le servían de moneda de cambio para sobrevivir
los objetos, parecían aún más estáticos que de costumbre: agujas e hilo
postales de la ciudad, biromes azules y negras, blocks de hojas, lápices
gomas de borrar, una taza y un plato eran todo
el resto, lo que estaba por afuera del cuadro, mantenía la dinámica habitual
la gente entraba y salía sin prestar atención, sin importarle nada
dentro del banco, las transacciones continuaban rítmicamente, como si esto
que ocurría en la puerta, a metros de sus narices, no estuviese sucediendo
cuando la policía retira el cuerpo y los objetos, lo que lleva en una bolsa negra
es un ser humano. Desde la vereda de enfrente observo y me pregunto
por qué alguien muere en la calle y de esta forma
tres meses después, al volver de mi trabajo, paso por la misma esquina
y todo parece igual y diferente al mismo tiempo. Otra persona
está en el mismo sitio vendiendo objetos, estos no son los mismos
pero su parecido con los anteriores parecen apenas sustitutos
de aquella primera versión
las personas siguen entrando y saliendo del banco, indiferentes al mundo
y concentradas en el móvil que allí los instaló. Todo, absolutamente todo
parece estar movido por una sola razón llamada dinero
cuando llego a mi casa, enciendo la televisión que explica los fenómenos económicos
la inflación, la estanflación, sus causas y consecuencias, la caída de las bolsas
en los mercados internacionales, los índices de desocupación, las expectativas
a futuro, el virus y todas esas cosas que nadie entiende pero determinan sus vidas
o parecen hacerlo.
Salgo al balcón, mientras fumo y pienso en esa mujer muerta en la calle
el mundo es el mismo de siempre. La pregunta sigue sin respuesta.
(Fuente: Tomado del muro de Luis Bacigalupo)
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