viernes, 17 de abril de 2020

Mark Strand (Canadá, 1934 - EEUU, 2014)







YO FUI UN EXPLORADOR POLAR

 

Yo fui un explorador polar cuando era joven
y me pasé incontables días con sus noches congelándome
en un lugar vacío tras de otro. Finalmente,
abandoné mis viajes y me quedé en mi casa,
y allí creció dentro de mi un repentino exceso de deseo,
como si una corriente muy brillante de luz, como ésas que se ven
adentro de un diamante, me estuviera atravesando.
Llené una página tras otra con imágenes de lo que había presenciado:
océanos gimientes de témpanos, glaciares gigantescos, y el blanco
golpeado por el viento de los icebergs. Después, sin nada más para decir, paré
y puse mi atención en lo que estaba ahí cerca. Casi a una misma vez,
un hombre que vestía un sobretodo oscuro y sombrero de ala ancha
apareció debajo de los árboles enfrente de mi casa.
La forma en que miraba hacia delante, y cómo se paraba,
sin distribuir su peso, con los brazos colgándole
a un costado, me dieron la impresión de que lo conocía.
Pero tan pronto levanté la mano para hacerle un saludo,
dio un paso atrás y luego se dio vuelta, y empezó a desvanecerse
como se desvanece el ansia hasta que ya no queda nada de ella.

(Traducción: Ezequiel Zaidenwerg)

EL VESTIDO

SI te tiendes en la colina luminosa
con las manos de la luna en tus mejillas,
tu carne oscura en los blancos pliegues del vestido,
no oirás al topo extender con pasión
la longitud de su tiniebla, ni al búho
disponer sabiamente de la noche, ni al poema
llenar tu almohada con plumas azules.
Pero si escapas del vestido y te diriges a la sombra,
te hallará el topo y también el búho y el poema
y caerás en otra oscuridad, y te encontrarás a ti misma
haciéndola y rehaciéndola. Hasta que sea perfecta.

(Traducción: Eduardo Chirinos)
(Fuente: Meta Poesía)

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