martes, 28 de abril de 2020

Oscar Vicente Conde (Buenos Aires, 1947)




BUDAPEST


Esa ciudad que me llama
Si hubiera llegado hasta allí
a salvo de todo
recogería medusas inteligentes
con un grial hurtado del palacio
y tendría alas invisibles para pasar inadvertido
cantaría melodías desconocidas
la mesa en medio del salón de vidrios
sin mantel
sin vajillas
sin cubiertos
con flores de tiempos inciertos
los espejos que hablan a los rostros tiesos
las sillas de felpa esperan confiadas
las brujas no se visten de negro
y son difíciles de reconocer detrás de las cortinas
las puertas no tienen miradores aliados
los que murieron no resucitan
a pesar de los rezos de las mujeres oscuras
la luz se escapa descalza debajo del puente
cerca del río que se lamenta solitario
la tierra es roja casi siempre
después de las lluvias se vuelve amarilla
en ella bailan los duendes disfrazados de larvas
el cielo se arrodilla tras las montañas
antes que el sol descubra las crestas de los pájaros
el aljibe suspira
su aliento sombrío derrumba a la mariposas
no llegué a ese lugar tan lejano
es como un sueño arrumbado en un baúl blanco
clausurado en antaño
quizá haya niños frente a la vidrieras ovaladas
sin juguetes de lata
los hombres usan sombreros gigantes
las mujeres esperan tras la ventanas dóciles
con sus labios pintados con sangre de sus dedos
ellos las besan ácidamente
para irse a la guerra que aún no fue declarada
Budapest
está lejana
allí recoges medusas inteligentes
y me reclamas en tus silencios que gritan
a salvo de todo
a salvo de mi 

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