martes, 28 de abril de 2020

Adhemar Cereño Quevedo (Chile, 1987)








«Arrasaremos las carreteras» Es la única condición para arrancar de
este país. La cordillera de los Andes es un espejo. Al otro lado hay
barcos que llevan pasajeros de contrabando. En su mayoría
inmigrantes que guiados por el viento recorren Sudamérica. Llevan
en sus valijas revólveres y libros de bolsillo. Silban canciones pasadas
de moda, y en sus corazones, late absoluta la juventud.




Los Intocables

Tú escondes el vértigo en los puños
para no sentir la ferocidad de las palabras.
Los antiguos poetas son intocables.
Para escucharlos desde la muerte
debes practicar piromanía en un cuarto de antigüedades,
en las periferias de la ciudad
pero prefieres hacer turismo de aerolíneas
con escala en las piernas de tu padre,
recorrer países sobrepoblados
de policías que imitan tristes rutinas de televisión.
Se trata de hacer parar autos en la carretera
bajo una despiadada lluvia de madrugada
y estrellarse con los ojos abiertos.
Si después de eso seguimos vivos,
detenernos en las posadas que siempre hemos soñado
para advertir el fin de los días dóciles.
Retomar la autopista, colisionar una vez más
ahora contra un territorio sin mapa
en el que para siempre, permanezcamos olvidados.



Ñ

La ñ
como deformación pura de la lengua española.
Mutación gráfica y hasta fonética
accidente original de lengua, paladar, nariz.
Curtida por el canto aymara
mapuche
quechua
guaraní.
También por sus conquistadores.
Falla contenida en tu apellido
que confunde al despistado lector.
Gangosa, imperfecta, incómoda.
Tuya es la virgulilla para que seas todopoderosa
dominadora de mi habla,
letra fundamental de mi sangre.
 
 
 
 
(Fuente: Bitácora del Párvulo)

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