domingo, 26 de abril de 2020

Vizconde de Lascano Tegui (Entre Ríos, Argentina, 1887 - Bs. Aires, 1966)



                                                                       LA   ÚLTIMA CALAVERADA  

a las órbitas de los ojos azules de mi hermano Andrés Chabrillón,
en donde la Kabala ha hecho con sus tétricos versos gestar las sombras
y la noche; la gloria, el gusano y el sol.

I
Mi buena calavera en su misterio
escucha que un badajo la reclama,
que hay algún cuervo asido de la rama
en que ella es como el fruto del misterio;
que es hostil, insinuante, que es muy serio
el fantasma habitual que eterno llama;
rojo con el carácter de la llama
cáustico y procaz como un cauterio

Mi pobre calavera se devana;
llama la policía siempre vana
quien reaporta el enigma de la esfinge;
¿Qué es la vida?: la vida? ¿qué es la vida?
y una gota de sangre va perdida
a inquietar en su mal a una meninge.

II
Mi torva calavera irreverente
que aún cubierta por pellejo aterra,
quisiere que volcara la simiente
de sus misericordias por la tierra.
Ah!... nadie la ha escuchado; fue una perra
sarnosa en un umbral falto de gente,
y nadie aún ha sabido el bien que encierra
bajo el tacho abollado de su frente.
Ni la desconocida que intranquila
abrió la jaula azul de su pupila
y abandonó un deseo la crisálida;
tornó á buscar después mi calavera
maguer deposité mi postrimera
lágrima, allá en su mano verde pálida.
 
III
Mi hermosa calavera es una intrusa
en el común osario de la vida;
está como una bomba regicida
llena de sueños, visionaria, ilusa.
En sus órbitas puso una lechuza
la gran poesía de la noche ida
con el cortejo báquico y panida,
satélite al fantasma de la Empusa.
Mi hermosa calavera es amuleto
que a la belleza por su bien, debida
ofrenda, ante sus mármoles depongo.
En el inmenso y sáphico secreto
será así la maceta prometida
donde abrirá mi libro como un hongo.

Buenos Aires—1910.
 
 

(De:  La sombra de la empusa; París, 1910)

No hay comentarios:

Publicar un comentario