NUNCA SALIMOS DE LAS CAVERNAS
Nunca salimos de las cavernas.
Nos las llevamos como improntas al rojo vivo
marcadas en la cabeza.
Sus estucados de estalactitas punzantes
y las mágicas figuras pintadas
en rincones ceremoniales,
que parecen estar vivas
por el alumbrar inquieto del fuego
Nunca acabamos de curarnos
de las heridas de los Dientes de Sable.
Del miedo ancestral a la oscuridad
o el pánico al Trueno y su tambor gigante.
Es más, hay veces que da por pensar
que ni siquiera con toda nuestra sabiduría
acabamos de bajar del todo
del alto refugio de los árboles.
Nosotros, los inventores de dioses,
los domadores del invencible fuego,
los que ponemos muros al mar,
los que cambiamos el curso de los ríos
con la locura de un inocente juego.
El día que la Pachamama no resista el dolor,
acompañado por la rabia de sus desgarros,
nos quitará la soberbia de un final manotazo.
Nunca salimos de las cavernas.
Nos las llevamos puestas a los despachos
a los ministerios, a los monasterios,
cada vez que hablamos de negros y blancos,
cuando dejamos abandonados en el camino
a los huérfanos, a los viejos, maltratados,
a los enfermos, heridos o discapacitados.
Nosotros, los que jugamos a las guerras
que tomamos el papel de inventores de vida
que nos vemos como el ombligo del Mundo,
y somos verdugos, jueces, fiscales, abogados y jurado.
¿Quién hace el papel de reo o acusado?
Decíos mirándoos a los ojos, solo un minuto.
¿Somos la Solución o la Enfermedad Terminal de este Mundo?
(Libro... Jaulas para Tiranos)
No hay comentarios:
Publicar un comentario