miércoles, 15 de abril de 2020

Rodolfo Häsler (Cuba, 1958)




Página dos: martes

La palabra urraca: la leo en el espejo.
Un liso corte en el cristal ¿qué te propone?
La imagen se va por la ranura del azogue
y corre a una boca de metro, destino Jabaquara.
La sombra estatuaria de los predios lima el cristalino,
no descubre nada, sólo extrañeza y dolor.
El graznido de un pájaro,
y un día, quizá hoy, puede que mañana, nublado,
cesa su intención ante el ritmo del universo.


Página diez: miércoles. El poeta

¿Qué luce en su cabeza? Será un violín sonoro,
un instrumento que sabe ordenar, le dicta al oído
continuas confidencias, detalles de una vida disuelta en agua,
no sé si sabe nadar, sin embargo, es una vida viajera,
un timbre, una indisposición de maldoror.


Página once: lunes. La lluvia

Una frase atrevida, en hora baja, a media noche,
convoca la cosmología de la urraca. Con una ligera
inclinación destapa las cajitas donde vibra el sonido,
expande su insistente intromisión.
El dolor es lluvia, sube y baja, ruge,
el sudor oscilando entre el lector y tú
tizna el cuaderno de una dicción truculenta.
Una espuma, un desnivel que todo lo quiebra,
la inconformidad genera la misma pregunta,
inunda un lugar calcinado,
un trago de angustia es el cambio, es la sombra,
cierta manera de arrimarse a lo que no conoce.
No creas lo que es, no es cierto,
siempre le sorprende, llegada la primavera,
un chaparrón en miniatura.

***
Una tarde,
siguiendo el rastro de un espectro,
entré en el museo, suelo ajedrezado y paredes carmín
juegan con las sombras por las esquinas,
me dijo, ¿dónde estuviste
todo este tiempo?
Iba de una sala a otra, de los simbolistas
a la flor de cera de Redon
sobre la que no pretendo dar explicaciones,
el tallo azul ultramar,
la flor crece visiblemente
hasta invadir la estancia.
Esta situación podría no existir,
ser parte del mundo que hace mucho
me atrapó.
En el centro acecha la ansiedad,
la visita al caparazón del erizo
junto a una estrella de mar,
una enredadera envuelve
el recuerdo que impide el sueño,
pétalos se abren en las marcas del pincel,
la sala donde espío a Redon
es la espina del erizo que se hunde en la carne,
una vida bárbara
perdida en la amargura del espejo,
y por consecuencia,
despertar, despertar.

***
La aparición de la sangre
indica el daño,
seguir con vida después del hundimiento,
por supuesto, para poderlo contar,
viene de lejos,
un lugar verde y lluvioso
donde el hierro es húmedo
y las flores no tienen olor,
vive tranquilo en un recodo,
y su intención es borrar fronteras,
no jurar, volver al regazo,
se alimenta de de la sopa boba,
de la nada ninguneada,
insiste en andar, seducido por el otro,
jugándose a los dados
el tacto olvidado,
esfuerzo que se aleja en un suspiro,
algunas palabras justas que crecen
en lengua española, paternal alemán,
excelente francés que usa cuando quiere,
en un instante desaparece en el aire
y una isla sigue a otras más lejanas,
Azores, Flores, Terceira, Santa María,
en la incierta nebulosa, sin alma, sin alma,
nunca volver, aunque esté allí,
nunca volver sin alterarse, azufre, estatua de sal
por si mira atrás,
ya se sabe,
aunque vuelva, deja su acento atrás,
su marca del nacimiento
de delicada habladuría.

***
Insiste en acercarse a la bestia,
hay que seducirla poco a poco,
no debes tocarla, quema,
abrasa la yema de los dedos,
no bastan lágrimas,
beberás su sangre, beberás la sangre
de los sueños congelados,
entra con un machete
en la pulpa de la ansiedad,
en el vientre, con ahínco,
cepíllale la crisma,
entre el pelo ralo y el ojo
sentirás la dimensión del espanto.

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