nos miramos a los ojos
Nos miramos a los ojos, pero no sé si como dos amantes
o como dos arañas. o como un hombre ante el espejo. o como dos
ciegos
en un asilo. seguimos el mismo camino.
Tú regulas mi oxitocina, mi vasopresina. Yo
como el espejo de un telescopio intento atraparte
en unos milímetros de vida. Es como si
una larva trocófora intentara comprender no al hombre
sino al gusano. ¿Decir que eres un dios? ¿Que eres el todo? Es una
bobada.
Tu poro más pequeño es el todo. Y sin embargo
un quemador del hornillo o este instante cuando escribo a máquina
son más grandiosos que tú, pues ellos existen.
Me imagino con la mirada de una bacteria de mi propio cuerpo:
ahí, en mi intestino, las papilas digestivas
le parecen cuásares inconcebibles. Pero si una de ellas entendiera
creería que me entiende.
Me imagino más vasto que el universo, estudiando un fotón:
imaginaría que te conozco.
Son tan ingenuas las religiones, los mandalas, los kōanes
las vías hacia la iluminación y la luz tabórica
y el opus magnum; la curiosa “vida cotidiana”
de los budistas Zen. Queda de todo ello una literatura hermosa.
Swedenborg, Novalis… la mezcalina, el estilo, el éter
el olor a azucena, los estimulantes hormonales
son trucos: todo es psíquico, nada es real.
Las técnicas respiratorias
el aplaudir con una sola mano
el abandonarse al flujo vital, el reencuentro de la unidad del mundo
la anulación, todas las alegorías, los delirios, los sueños
son tan solo una rayuela de la mente, juegos de ordenador,
fantasmagoría.
Astrólogos del cerebro hay muchos.
9:20. Escribo en la cocina. Es una nublada mañana de mayo.
Todo parece tan real, tan natural: un despertador, un fregadero.
Pero la flor de la fucsia no cree en mi existencia.
Tampoco tú, que me lees desde hace años y años.
Si me vieras en un video no sería para ti más irreal.
Sin embargo existo, tengo pulso, tengo un imaginario.
Estás en ambas partes de mi vida, como una línea en la banda de
Moebius
eres mis padres y su hijo, como en la botella de Klein
eres como un cangrejo ermitaño, con las venas hundidas en mis venas
con el rostro hundido en mi rostro, idéntico a mí y englobado en mí,
estás en cada objeto, pues cada objeto es una de mis partes,
uomo universale.
Nos miramos a los ojos, pues tus globos oculares
están en mis globos oculares y mi imagen del mundo
es idéntica a tu imagen.
Pero tal y como
una página escrita es vista de forma idéntica
por el sabio y el analfabeto.
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