(Jean Valjean)
el resplandor de la verdad. Fue horrible
aquel encantamiento irreversible
que me amarró con la admirable alarma
que me obligó a adorar loco y en calma
al Hombre Nuevo y me volví temible
porque sentí que nada era imposible
si sabía usar el amor de mi arma
para repartir vida y escaparme
de los que pretendían guillotinarme
como si no existiera otra justicia
que el furor de la fe. Y fui la milicia
que iluminó la miel del miserable
cuando el coraje venció a la codicia.

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