Sobre el mero ser
La palmera que hay donde acaba la mente, ahí detrás del último pensamiento, se yergue en medio del decorado de bronce, y un pájaro de plumas de oro en la palmera canta, sin sentido humano, sin sentimiento humano, su canción extranjera. Vos sabés que no es ésa la razón de que seamos felices o infelices. El ave canta. Su plumaje brilla. La palmera se yergue al borde del espacio. El viento agita apenas el ramaje. Al pájaro le cuelgan esas plumas fogosas.
Traducción de Ezequiel Zaidenwerg Dib
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