jueves, 20 de marzo de 2025

Carlos Bedoya (Medellín, Colombia, 1951)

 

Pequeña reina de espadas

 

SERPIENTE BLANCA

 

Mi mano penetraba en cada túnel y corría

por el pasadizo apostólico

Manos tibias de hechicera

me ahorcaban con placer

El mar de leche llamó

su nieve de escamas

Apretándolo con ternura

escurrió la fosa

que el baterista abría

al repicar el presagio

campanas de mármol

pelusa de guitarra

esmeralda para derribar el sueño.

 

 

PEQUEÑA REINA DE ESPADAS

 

La sangre es más suntuosa que el aliento pero no baila tan bien

Emily Dickinson

Miel de mandarino inunda paladares de yeso

muros bañados en salitre y aceite

De marfil es tu cuello en la noche

cántaro de vino

derramándose en la hierba

La voz de Louis Armstrong

se ahorca abanicando las llamas del sauce

Algo rumoran en el antro vecino

Un frío momentáneo

nos descubre caminando por la playa

Doy fe

y tengo por testigo a mi asesina

Delicadas carnes templan la telaraña

para agasajar al huésped.

 

 

TUCAN

 

Este hombre que ha jugado ya sus cartas

sólo piensa en el jardín del mago

Su flor hiere la esquina

del eterno madrugador

Este perro pudo ser su amigo

un cigarro no sobraba

gritó alguien.

Grito que como el humo se estancaba

en la garganta del rey derrocado

Todos buscando el ave bajo la mesa

calor de medianoche

evocación del sol en la palmera del tucán.

 

 

AL LADO DEL SURTIDOR

 

El dolor de tu mano

crece en la espalda del gordo cazador

de mariposas negras

Al lado del surtidor

acaricio mi tienda de campaña

 

 

MICHEL KOLHAAS

 

El juez lo acusaba

de tomar justicia por su por sí mismo

y del cielo caían bueyes de queso

hamacando el frío

Siempre era de día

y el sol hurgaba buscando

nueces entre la hierba

dormías cerca del establo

cuando un rayo de pastel

abrió tu boca

y una leche espesa rocío tu pecho

Ahí

por el camino de San Antonio

rompí una carta sin espadas

ni reyes

El juez caminando a gatas

buscaba con lengua de cazadora

el mástil de la nave

que naufragaba

 

 

ESE GRITO DE  AMAPLO AHOGÁNDOSE EN EL BAÑO

 

Estaba allí fumando la brizna sagrada

Asteroide gelatinoso

de súbito prendido a tu campanario

Cascos del sol ametrallándome

Ese grito de amapola ahogándose en el baño

Pistas de diamante

corona de hielo

fumo para exorcizar el miedo

 

 

BALAS DE SALVA

 

Tus ojos han encendido la chimenea del mi ducha

Ahora estas manos visitan

cada rincón de tu motel

Mis niñas suplican otro pase de labios

en su cúpula erguida

Dulces colinas de betún humedeciéndose

noches de seda

flirteando en la boca del cactus

La seda abre paso al dedo corazón de la sombra

Un ángel lame el túnel de mi espalda

El dedo corazón se encalambra

Vibra la caja de herramientas

tras el biombo

Para Margarita

 

 

HOLA SOY TU CORAZÓN

 

Se disfrazan los pájaros

reforestación de los cerros

ciudadanos

engaño sin término

pero el sueño aletea

en torno de la ventana

Asoman la cabeza

besas el sol

arrastras lenguas de fuego

Pistas de hielo

perfuman la mañana

 

 

NO ME GUSTAN LOS LUNES

 

El girasol de tu campana

lleva de la mano

al círculo de niñas

visitadas por la peste

Crece corazón mío

canta la noche

una voz que susurra

no me gustan los lunes

En un rincón

cae la campana el girasol tranquilo

abandona su escuadra

perdiéndose entre nubes

Niños muertos

te visitan

 

 

EN LA CALLE DE TU ESPALDA

 

¿Qué jugo delicioso embriagó mi sueño?

Acaso el oro que pendía de tus piernas

Sin cobija murmuré

planeando operaciones sucias

Una blanca melancolía

buscaba mi corazón con pies de plomo

Quise escuchar el viento en tus oídos

En la calle de tu espalda

perseguían los payasos una carta.

 

 

SENTADO EN EL PERGAMINO

 

Si el amor falta, la casa está vacía

 Ezra Pound

Ellos pensaron que los perseguía

más los sueños me enseñaron el amor

por la caracola prendida a la roca

que iluminaba el mar

La isla de los deseos

el oleaje donde asomó el pulpo

suplicándote una habitación

Me recibiste como una reina

sin guardia

y a una seña o tan sólo un guiño

clavé la aguja de aire en mis venas

y la tierra se puso a temblar.

 

 

Pequeña reina de espadas. Medellín. Ediciones Unicornio. 1985. Págs. 14, 17, 20, 23, 27, 29, 30, 40, 41.

 

(Fuente: La Mecánica Celeste)

No hay comentarios:

Publicar un comentario